Pronto Madrid fue cambiando, la
limpieza, la pavimentación y el
alumbrado público fueron de los
primeros regalos a la capital.
Construyeron fosas sépticas y acabaron
con la vieja costumbre de arrojar por las
ventanas las aguas sucias, crearon paseos
y jardines, edificó “La casa de Postas” y la “Aduana” y
acordaron sacar adelante la antigua ley sobre la
vestimenta.
Con el pretexto de que favorecían el anonimato,
prohibieron la capa larga y el sombrero de ala ancha
“El chambergo”.
De ahí vino el error… y del hambre, y de la carestía de
la vida que llegó a ser un auténtico drama para el
pueblo, y de la envidia de Ensenada, y el rechazo de la
Iglesia.Todo se puso en contra de Esquilache… la corte
y el pueblo y hasta el clero veían en él un extranjero
aplicando el “Despotismo Ilustrado” de la época.
Pronto se exaltaron los ánimos y el 23 de mayo,
domingo de Ramos, se llenan las calles de personajes
harapientos y embozados gritando:
–Viva el Rey.
–Muera Esquilache.
La turba, se arma en los cuarteles, y sigue a golpes,
saca las espadas y destroza La casa de las siete
chimeneas, hermosa residencia de Esquilache. De
paso, su ira les lleva a acabar con las tahonas y los
escasos amacenes de víveres.
Los encuentros entre guardias españoles
y valones, acaban en sangre y la muchedumbre sigue
gritando y exigiendo, tienen un rey pequeño pero
listo, se puede contar con él y lo saben así que
presentan unas capitulaciones justas.
Piden la sustitución de ministros extranjeros por
españoles, echar de Madrid la Guardia Valona, rebaja
de precios y el destierro de Esquilache.
Lo más doloroso era que el rey fuera a la Plaza
Mayor y personalmente diera el “Sí” a las peticiones.
Y el rey lo hizo. Se abrió el balcón de La Armeria y
Don Carlos dijo “Sí” a todo lo que le pedían.
Como hay opiniones para todos los gustos, hubo
quien le tachó de cobarde, de indigno y de no saber
qué hacer. A su carácter tranquilo y reflexivo le va el
acierto de esa solución. Supo calmar a los
amotinados.
Y el soñador Esquilache se destierra
voluntariamente. A punto de su marcha dejó escrito.
“He cambiado Madrid, merecería una estatua y me
tratan de un modo humillante y despreciable”. La
verdad fue que hizo mucho y lo hizo bien.
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Pliegos de Rebotica
´2017
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Carlos III retratado hacia 1765 por
Anton Raphael Mengs (1728-1779).
Museo del Prado.
Retrato de María Amalia de Sajonia,
Museo del Prado, Madrid.
Escudo de armas de Carlos III de España Toisón y Gran Cruz.
Retrato de Leopoldo de Gregorio,
marqués de Esquilache,
Museo del Prado.