Revista Farmacéuticos - Nº 129 - Abril-Junio 2017 - page 31

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obre una silla rustica y antigua, estaba
sentado, cabizbajo, con la mirada perdida en
algún punto del suelo. El sol del invierno
iluminaba el patio, mostrando el lado alegre
de la vida.
La verdad es que toda esta historia me dejó impactada
y os voy a contar por qué.
Tengo un matrimonio amigo, que admiro por su
bondad y otros méritos.A mediados de diciembre les
falleció su gato con 15 años de convivencia mutua feliz
y ellos estaban siempre agradecidos por la compañía y
el cariño vividos con este animal.Yo entiendo muy
bien el afecto de un gato a su amo y viceversa y la
ternura de sus gestos es algo que solo lo entiende
alguien que cuando llega a casa es recibido por la
alegría desbordante –que tiene el animal - de sentirte
cerca, de volverte a ver.
Quiero dejar claro que no están ustedes ante una
persona enfermiza con los animales sino amante de
los animales que es bien distinto. Es más, yo no tenía
simpatía por ellos, los gatos, y
cada vez que escuchaba a
mi padre decir que
debía ir a la casita
de la sierra por
que no tenían
comida sus fieles
amigos, yo no lo
comprendía.
Pasaron los años,
mi padre fallece y
nuestra presencia
en la casita de la
sierra es nula. Solo
aparecemos cuando
hace buen tiempo. Pero
hay algo que me llama
poderosamente la
atención.
Ellos “si
están allí”
, se buscan
la vida a la hora de
comer, pero después se
reúnen en la puerta de la
casita donde dormía mi
padre. Había pasado un año
y ellos seguían esperando
su vuelta. Recibí la lección de
fidelidad, de lealtad, de cariño
como un bofetón en plena
cara y noté como mi corazón
les prometía:”yo seguiré manteniendo el cuidado y el
cariño de mi padre para con vosotros”.Y así sucedió,
habiendo pasado por mi vida varias generaciones de
estos felinos.
Cuando soy consciente del significado de la mirada
perdida de mi amigo, sentado en aquella silla vieja
frente al sol del invierno, me propongo ayudarle
buscando un gato, porque realmente en quien piensa
es en su mujer, en la tristeza profunda que genera la
ausencia de “curro”.Y contacto a través de amigos y
veterinarios con casas de acogida, guarderías y
empiezo preguntar cómo va esto, porque no tengo
ni idea. Hoy en día, hay centros de acogida de gatos
abandonados a los cuales se les recoge de la calle, se
les cuida se les esteriliza y por último se les entrega
a personas que los van a cuidar y creo que hasta
firman un contrato de adopción para el nuevo
compañero.Todas las gestiones realizadas me
conducen telefónicamente a una señorita que tiene
dos gatitos en espera de la acogida. Le digo que yo
me haré cargo de los gastos posibles por la adopción
-porque es un regalo a mi matrimonio amigo- y que
por tanto no comente nada con los implicados. Me
pregunta que cuántos años tiene este señor, y
como exactamente no lo sé, pero conozco que
está jubilado, pues digo que unos 66-68 años.
A partir de este momento todo lo que sucedió fue
una cadena de despropósitos…absolutamente
Kafkiano, señoritas voluntarias que no hay duda que
pueden tener amor a los gatos pero carecen de una
mínima psicología para tratar a las personas adultas,
posibles receptoras de estos animales. El matrimonio
amigo estaba feliz porque recibirían dos gatitos de
corta edad, el domingo, y aunque ellos tenían la
idea al principio, de adoptar solo uno, les
dijeron que era imprescindible que fueran
los dos juntos, porque eran hermanos y no
se les podían separar. Las razones
“presuntamente” eran bien distintas, ya
que uno de ellos tenía perdida la visión
de un ojo, y todos comprendimos que
debíamos ayudar a que dicho
hermanito no fuera separado del
otro.
Les dijeron a
mis amigos, que
debían poner una
malla metálica en una de las
ventanas y la pusieron, a pesar de
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Pliegos de Rebotica
2017
El amor de un gato
Aurora Sánchez Sousa
LOS CAMINOS COLATERALES DEL CORAZÓN
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