destaca una imagen de María rodeada por apóstoles,
ángeles, doctores de la Iglesia y santos), Iglesia de Santa
María de Belém, Puerta oeste y el ala moderna
constituyen y cierran el más preciado y hermoso
ejemplo del gótico manuelino que nuestros asombrados
ojos puedan contemplar y nuestros corazones
guardarlos en su emoción más íntima.
Y toda esta belleza se completa en Lisboa con sus
estrechas y empinadas callejuelas y sus amplias plazas
como la del Comercio o la del Rossio, con su estación
de tren de manuelina fachada. Obras actuales que
borran con su presencia los efectos devastadores del
terremoto de 1755.
Pero la ciudad es algo más: es algo que empapa el alma,
que te hace callar, que te hace latir, que te atrae,
incansablemente, a ese estuario, su diástole…
Una Lisboa a la que abre sus brazos, estuario de Amor, la
estatua del Corazón de Jesús, acogedora de todo ese
escenario.
¿Y Cintra? Cintra es, sencillamente, la nueva ciudad de
las hadas…
Sí, porque es una ciudad encantada por la Naturaleza y
por la mano del hombre y de la Historia, no en vano
también se la conoce como “Oasis Real”.
¿Por la Naturaleza? Sí: está situada en un afloramiento
granítico que pugna por sostenerla; goza de un clima
suave y posee abundante agua. Su vegetación es
exuberante y sus campos, fértiles. Desde ella se divisa el
Atlántico y el omnipresente estuario del Tajo,
sobresaliendo a los pies de la montaña el Cabo de Roca,
el punto más occidental de la Europa continental.
Desde la distancia, Cintra puede recordarnos un verde
oasis: la montaña está prácticamente cubierta de pinos y
presenta una rica diversidad en su flora con araucarias,
palmeras y sequoias, a las que acompañan árboles y
arbustos como plátanos, robles y hayas. En primavera,
Cintra es un auténtico festival de color y de flores:
azaleas, glicinias, lilas,… la visten con sus más vistosas
galas.
Y los hombres escribieron su Historia, desde los
caudillos árabes hasta los reyes y príncipes y nobles
peregrinos: Los primeros levantaron su casi fabuloso
castillo, fortaleza defensiva; los segundos, sus palacios
como el Nacional y como el de Pena, bellísimo,
borrachera de estilos, nobleza de líneas y de gallardía
ofrecidas al viajero.Y destacar, entre los últimos, al
inevitable romántico lord Byron y su sensibilidad.
Todo terminó en Cascais. El Atlántico levantaba sus
aguas y nosotros levantábamos nuestro apetito para dar
debida cuenta a una langosta, digno fruto de tan bravo
Océano.
Con el alma enriquecida y temblorosa, regresamos a
Lisboa; con el mismo alma enriquecida y temblorosa,
regresamos a España no sin antes comprobar que en
estuario del Tajo flotaba una pequeña barca movida por
una blanca vela de nostalgia…
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Pliegos de Rebotica
´2017
Sintra Palacio Da pena
la Catedral de Lisboa
Plaza del Comercio
La estatua ecuestre del rey José I” de 1755
Torre Belém