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Pliegos de Rebotica
´2017
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pero cuando yo
reflexionaba sobre en
base a qué ocultos
resortes de su carácter él
escogía los regalos, era
como si me encaramara a un
tejado para observarle por una
claraboya.Y, ya en las alturas,
fantasear sobre lo que pensaría de
mí. Dibujarme rostros y cuerpos,
brillos y olores. En resumen, algo
rematadamente formidable.
Poco a poco mi hombre fue modificando sus
envíos, se hicieron más personales: pulseras y
collares de fantasía, adornos para el pelo,
perfumes...Yo, dispuesta a no quedarme atrás, me
decanté por algunos pijamas y polos bastante
sexys
y un
kit
de afeitado en húmedo, con jabón
de tubo, brocha y navaja. Como los de antes. Me
encantaba suponer que quería conquistarme, y
me descubría sonriendo como una boba al
imaginarlo ante el espejo, apurándose con
parsimonia el mentón, media cara enjabonada y
la toalla sujeta a la cintura de un torso bien
perfilado, aún a medio secar
tras la ducha.
Así continuamos… Así hasta
que él apostó a hacer saltar
la banca con un conjunto de
lencería
Lise Charmel.
Ningún tío se me ha subido
jamás a las mechas y éste no
iba a ser el primero. Recorrí
el catálogo de ropa interior
masculina y encargué media
docena de tangas y
camisetas manga sisa
Calvin
Klein
.Y, de la sección
erótica, un frasco de
lubricante efecto calor.
Luego descabellé sobre el
Intro
.Y cayó la bomba.
Con el descabello la pantalla
se inundó de gris tormenta
y apareció un mensaje: había
vencido el periodo de
prueba y éste sería mi
último pedido. Rellené la
solicitud de alta definitiva y
me contestaron que, por
seguridad, mi código de
socio fijo sería diferente. Maldije
como un tractorista. No me entraba en
la cabeza que una historia tan romántica,
tan poco convencional y al borde de la
fase incendiaria pudiera abortarse
por una estúpida precaución
formal. Aunque, como no cabía otra,
me resigné; esa misma tarde me
sumergí en el letargo de las
marmotas para el resto del
invierno. Bien mirado, bromeé
para mis adentros, quizá la
vida de algunas mujeres
se resuma en una
alternancia
interminable de
incendios y
bomberos con
mangueras.
Pero ese invierno salí del letargo antes de que
llegara la primavera.
Una mañana de febrero llamaron a la puerta.
Esperaba un estuche de manicura comprado en
oferta, pero el mensajero no
traía el estuche sino un
mayúsculo ramo de rosas
rojas. Al leer la tarjeta mis
labios dibujaron una
inconsciente sonrisa. Su
primer regalo excesivo.
Han pasado cuatro años, los
mismos desde que se instaló.
Ahora guardo en la alacena
abundante té de todas clases y
pastas suizas. Los tomamos sin
ver la tele. Me he afiliado a
Lise Charmel
hasta en los
camisones, y siempre que
entro en el cuarto de baño le
echo un reojo al estante del
kit de afeitado, con jabón de
tubo, brocha y navaja. Sigo
comprándoselos yo, pero en
una perfumería del barrio,
junto con la loción que me
gusta olerle mientras se anuda
la corbata y se ajusta los
gemelos. En la higiene de todo
hombre es fundamental un
detalle algo anticuado, y en la
autoestima de toda mujer los
detalles de los caballeros.
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