Revista Farmacéuticos - Nº 129 - Abril-Junio 2017 - page 17

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e Este a Oeste de España, su río más
largo, el Tajo. Con sus cortados y
estrechuras que le dan nombre; con sus
caricias a las huertas de Aranjuez y su
apasionado y eterno abrazo a Toledo en su
meandro; con su empapar y despertar a la vida a la
arcilla de Talavera y Puente: ¡el Tajo!
“El de las arenas doradas”. El de Don Rodrigo y la hija
del Conde Don Julián, el de Cervantes y Lope y Tirso de
Molina, el de Rafael Morales y Joaquín Benito de Lucas.
El Tajo, que se hace Tejo al saltar la arbitraria frontera
–ni geológica ni geográfica– con Portugal y abrirse,
majestuoso, señorial, elegante, en su magnífico estuario
que da al mar,“que es el morir”, pero que, en este caso,
es dar vida a la vida, a la vida del agua después de
fertilizar la tierra como hicieran, con el espíritu, desde su
fecundidad literaria e inmortal, Camoens, Eça de Qeiros,
Pessoa, Saramago.
Y todo esto, este abanico de agua, esta sinfonía de
rumores azules, en Lisboa, a sus pies, a su hechura, a su
orilla que abraza y es abrazada hasta alcanzar,
silenciosamente, íntimamente casi, el abierto Océano
que, desde su orilla, surcaran sus Descubridores
multiplicando, con ello, las líneas imaginarias de los
mapas.
Y Lisboa, matrona de sus aguas, se unirá en él, presumirá
de él y de él se enorgullecerá mientras le salta con
elegantes y kilométricos puentes, alardes de ingeniería,
lazos de vida de sus orillas.
Iglesias, monasterios, palacios y vanguardistas edificios
que muestran la riqueza exuberante de los azulejos,
expresión cerámica de costumbres y escenas populares
que enriquecen, más aún, sus cotas de belleza y que
jalonan sus calles y avenidas surcadas por clásicos y
monocordes tranvías y por miles de transeúntes que
recuperan, entre todos, la devastación del implacable y
cruel terremoto de 1755. No citaremos sus
monumentos ni sus lugares de ensueños románticos
porque este artículo lo que pretende, humildemente, es
destacar de Lisboa su elegancia espiritual, su belleza
tranquila y aristocrática, su ritmo de vida.Y todo ello
empapado por la suave nostalgia de sus fados, señores
de su ambiente, que nos siguen llegando en la voz
inmarchitable y cálida, de Amalia Rodrigues, su reina.
Mas, de una Lisboa volcada al mar, ¿cómo no citar,
contradiciendo al párrafo anterior, a la bellísima Torre de
Belém, símbolo de Lisboa, con una decoración exquisita
con delicados grabados en piedra caliza entre los que se
encuentra la primera escultura europea de un
rinoceronte, besada y acariciada incansablemente por el
Tajo, y el monumento de los Descubrimientos
encabezado por el Infante Enrique el Navegante al que
acompañan cartógrafos, matemáticos, astrónomos,
carpinteros, bobinadores de cuerdas, porta-escudos,
pilotos, capitanes, doctores, zoólogos, misioneros,
cronistas, en un bello simbolismo de lo que Portugal,
desde Lisboa, abría al mundo de entonces?
¿O no deslumbrarse ante la pureza gótica y manuelina,
ante el esplendor de su piedra trabajada, de esa joya
pétrea, cincelada como un rubí de Ceilán, del
Monasterio de los Jerónimos que alberga en su interior,
espléndidos, los sepulcros de su mayor poeta, Luis de
Camoens, y de su máximo navegante,Vasco de Gama.?
Detengámonos en él, aunque sea brevemente; merece la
pena: Se levanta cerca de dondeVasco de Gama partió
para la India en 1497 y se construyó como muestra de
agradecimiento a los monjes jerónimos por lo que
representaban para Portugal. (Lo mismo que en España
que regían el monasterio de El Escorial, el de Guadalupe
y, entre otros de rango más inferior, el Convento de
Santa Catalina en Talavera).
Es, indudablemente, el edificio más glorioso de Lisboa, el
más majestuoso, en el que Refectorio, Claustro, Sala
Capitular, Coro, Capilla principal, Puerta Sur (en la que
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Pliegos de Rebotica
2017
Ángel del Valle Nieto
El Tajo, el Tejo
¡Lisboa! ¡Lisbon!
La azulejería una forma clásica de
decoración en Portugal
Monasterio de los Jerónimos
Monumento de los
Descubrimientos
(A mis hijos que hicieron posible
este viaje desde el estuario de su
cariño.)
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