E
E
l agua es uno de los elementos básicos
que hacen posible la vida en el planeta
Tierra. La vida, en cuanto a su esencia
biológica, brotó hace millones de años de
un caldo de cultivo acuoso; la evolución
biológica, condicionada por su interacción con el
medio, hizo el resto hasta la actualidad, tras el
transcurrir de esos millones de años. Millones de
años que explican la complejidad de las formas
vivientes más desarrolladas y evolucionadas. El
astro Sol es otro de los elementos imprescindibles
que ha hecho posible el nacimiento y continuidad
de los seres vivos en el planeta Tierra. El agua y el
sol son fuentes de vida y, por tanto, elementos
vitales, inherentes al fenómeno biológico de la vida
conocida. El astro rey aporta, o más bien nos
regala, la energía necesaria para que los procesos
biológicos dinámicos, que jamás se detienen, nos
permitan transmitir la vida de generación en
generación.
La Exobiología, más conocida por el ciudadano
como Astrobiología, es una innovadora rama de la
ciencia, compleja, que necesita de la convergencia
de otras muy diversas (química, biología, física,
geología, paleontología,
astronomía, etc.), uno de
cuyos fines es detectar la
posible presencia de agua, o
indicios de la misma, en
cualquiera de sus estados
físicos, fuera de la Tierra, en
otros planetas, dentro del
conjunto del Sistema Solar.
Recuerdo ahora, acaso un
par de años, una atrevida
proeza técnica de la
astrofísica: el artefacto
viajero por el espacio,
Rosetta, también tenía
como una de sus misiones
fundamentales analizar la
posible existencia de agua.
En la actualidad, los
científicos dirigen sus
indagaciones hacia los
últimos exoplanetas
descubiertos y la
posibilidad de indicios
acuosos en la superficie de algunos. Es como una
obsesión científica, lógica. El agua, por tanto,
alberga la esperanza de que, tal vez, no estamos
solos en el espacio aparentemente infinito.Y, sin
embargo, en la actualidad, en nuestro planeta
terrenal el agua es un bien básico escaso y no muy
bien distribuido y utilizado.
Desde la más remota Antigüedad Clásica, la
filosofía presocrática ya fijó su atención en los
cuatro elementos esenciales de la vida material:
aire, tierra, fuego y agua. Empédocles de Agrigento
formuló la teoría de las cuatro raíces (el problema
del ser de las cosas), a la que más tarde Aristóteles
llamó de los cuatro elementos, gracias a la
conjunción del aire de Anaxímenes, el fuego de
Heráclito, el agua de Tales de Mileto y la tierra de
Jenófanes de Colofón. Precisamente este último, a
partir de la observación minuciosa de fósiles
hallados en cumbres montañosas, propuso que la
Tierra debió estar toda cubierta de agua,
fenómeno físico que originó una especie de barro
o fango de cuyo seno brotaron todos los seres
vivos, incluso, en una segunda fase, los terrestres.
Como se comprueba, para estos primigenios
hombres de ciencia y
pensadores, el agua ya era
uno de los elementos
básicos que interaccionaba
con la Naturaleza.
Isidoro el
Hispalense
recopiló con enorme
acierto y oportunidad
histórica, como es notorio,
todo el saber científico
heredado de aquella
Antigüedad Clásica
grecolatina. El testimonio
del profesor Antonio
Domínguez Ortiz (
España.
Tres milenio de Historia
,
Marcial Pos, 2001) es
diáfano: "La figura del santo
se yergue como un
monolito en medio del
desierto; (...), en una Europa
donde los estudios
conocían un profundo
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Pliegos de Rebotica
´2017
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Joaquin Herrera Carranza
San Isidoro de Sevilla
y su canto al agua
San Isidoro de Sevilla (1655) de Bartolomé Esteban
Murillo, Catedral de Sevilla.