Revista Farmacéuticos - Nº 127 - Octubre/Diciembre 2016 - page 25

recido en Madrid con carta de presentación de Fer-
nando de los Ríos. Otro día conoce a Juan Chabás,
un poeta valenciano a través del cual le llega Dáma-
so Alonso que le da a conocer sus “Poemas puros”
y que le inicia en Gil Vicente, de tanta repercusión,
luego, en sus canciones. Coincide con Vicente Alei-
xandre en un tranvía. Y lee, lee desaforadamente:
Gogol, Dostoyevski, Chejov, Gorki….Y naturalmen-
te, a Antonio Machado, a Juan Ramón Jiménez, a Le-
ón Felipe… El pintor se va desvaneciendo en una
niebla gris que no es la suya y un rompimiento de
mar y cielo le traen, como en una Pentecostés glo-
riosa, un mundo de canciones llenas de barcos y ve-
las, de melancolía luminosa de muchacho de mar an-
clado en tierra adentro.
Sabemos bien que no fueron los versos de “Mari-
nero en tierra” los primeros que escribiera. Hasta
cincuenta poemas anteriores se recogen en un vo-
lumen preparado por la sobrina del poeta bajo el
título “Poesías anteriores a Marinero en Tierra”, li-
bro publicado en Barcelona en 1969.Algunas de es-
tas poesías, ya habían sido elogiadas por Juan Cha-
bás. Pedro Garfias publica poco después, en la
revista Horizonte, tres canciones de aire ultraísta,
primeros versos del poeta que ven la luz tipográfi-
ca y aunque por el ritmo y por la falta de signos de
puntuación siguen la moda del momento, ya se adi-
vinan, aquí y allá, rachas frescas de lo que había de
venir poco después. Es el año 1922 y Rafael Alber-
ti tuvo la alegría de ver sus primeros versos impre-
sos junto a otros de Antonio Machado y de García
Lorca.
Sabemos también que, por medio de Chabás, envió
el poeta una colección de
poemas bajo el título de
“Giróscopo”, a Gabriel
Miró y que éste le escri-
bió una carta en la que le
decía que encontraba en
ellos “palabras de aguda
belleza”. De todas for-
mas, de toda esta “prehis-
toria”, Alberti en sus me-
morias no habla más que
de un poema escrito a la
muerte de su padre. Los
demás que conocemos
hoy están mecidos por un
cierto vientecillo ultraísta
y por un insistente regus-
to infantil y popular.
Mención aparte merecen
quizá los tres sonetos in-
cluidos en ese libro insó-
lito donde se advierten
claras influencias juanra-
monianas , como cuando
canta al “canario-ruiseñor del boscaje”, que recuer-
da, inevitablemente, el “ruiseñor del paisaje” juanra-
moniano. El mejor de estos tres sonetos se titula,
precisamente, “Juan Ramón Jiménez” y es, más que
un retrato, una evocación de los ojos del poeta de
Moguer. He aquí la palabra del poeta.
Párpados fijos, toldos de la cera
Del cirio perennal de tu figura,
Cráteres de la blanca sepultura
De tu ardiente y altiva calavera.
Toda la vida se nos torna austera
Y yerma y clara y verde y llama pura,
Como si vuestra inmensa quemadura
Nos trasplantara el corazón afuera.
No fuisteis cuerpo, sino lenguas vivas,
Viento, celaje, amor, lunas cautivas,
Atalayas del sueño solo y claro.
Nunca jamás en nuestra noche oscura
Brilló lo terrenal de su envoltura:
No fuisteis cuerpo sino luz de faro.
Estas canciones inauguraban la primera etapa per-
sonal de un poeta extraordinario: la neopopulista
–“Marinero en tierra”, “El alba del alhelí”- inspira-
das en los antiguos cancioneros y el folklore au-
ténticamente andaluz Vendría después el gongoris-
mo, el vanguardismo, el surrealismo, la poesía
cívica y comprometida; pero para siempre queda-
rá signado el poeta por la vena alada y pura de
sus canciones de entonces y él mismo volverá mu-
chas veces con su emoción a ellas, retornando,“de
lo vivo lejano” a estos cla-
ros versos de su origen en
donde se conjugan mo-
dernismo con tradición de
una manera natural y sor-
prendente.
Después, los versos de
Marinero en >Tierra –que
habían de conseguir el
Premio Nacional de Lite-
ratura- iniciaban una etapa
en la poesía albertiniana y
aún en la poesía general
española. Con las mejores
canciones de García Lor-
ca, éstas de Alberti, traían
al panorama lírico de los
años veinte una racha de
aire fresco, sencillo, conta-
giador, una autenticidad
que había de ser de mu-
cho provecho para los po-
etas que vinieron des-
pués.
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