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Pliegos de Rebotica
´2016
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extraña “linterna de los
muertos” que algunos
consideran como una
posible copia de la Torre de
la Resurrección del Santo
Sepulcro de Jerusalén. Se
desconoce su función ni
tampoco se explica su
insólita forma de obús o
cohete.
Sarlat, en sus
alrededores, se derrama en
belleza: El castillo de
Beynac, apenas a diez
kilómetros, se nos
presenta desafiante, seguro
de su inexpugnabilidad.
Protegido por el acantilado
que bordea al río Dordoña, reforzó sus defensa
con una doble muralla, dos fosos y dos
barbacanas. Es la “síntesis del arte de construir y
del arte de defenderse”, se ha dicho de él.
Mucho más bucólico y apacible, el castillo de
Marqueyssac (s. XV y XVIII) se presenta como un
mirador sobre el apacible y omnipresente Dordoña
y su geométrico laberinto vegetal formado por
ciento cincuenta mil plantas de boj (
buxus
sempervirens
) resistente a la sequía y adaptado a los
terrenos calizos. En la vertiente sur del parque se
presentan múltiples encinas de hoja oscura y
formas retorcidas, como bailarinas vegetales o
contorsionistas circenses y que dieron el nombre
de Périgord Negro a esta región.
El conjunto medieval de toda la zona se
enriquece con una ciudad del siglo XIII de planta
octogonal, la Bastida de Domme. Para definirla, no
caben mejores palabras que las del escritor Henry
Miller:“Es lo más parecido al paraíso…”.
Y, en el pueblecito de Roque Gageac, declarado
hace unos años “el pueblo más bello se Francia”,
nos esperaba el Dordoña, ese río cuyas aguas
parecen bailar entre sus riberas y un agradable
paseo en gabarra, clásica embarcación a vela de
transporte fluvial, hoy dedicada, motorizada, al
turismo.
Y del Medievo a la Prehistoria:
Lescaux
.
Visitamos Lescaux II, réplica exacta de la cueva
original cerrada al público en 1963. Pero la
reproducción es una obra cuidadísima y maestra en
sí misma que nos permite revivir y reproducir el
arte prehistórico en toda su belleza y, asimismo,
llegar a conocer la fauna que vivía en aquellos
parajes y que ya se ha extinguido, como los uros, o
como otros que emigraron: ciervos, bisontes,
felinos, rinocerontes, renos, etcétera, que nos
hablan de la vida animal en esas latitudes francesas
hace unos quince mil años.
¿Lescaux? ¿Altamira? El encuentro del Homo
sapiens sapiens con la belleza no distingue
escenarios ni intenta establecer rivalidades…
Y, en Les Eyzies de Tayac, el Museo Nacional de
la Prehistoria que, sala a sala, nos abre las páginas
de dicha época
representada en más de
dieciocho mil objetos que
recorren cuatrocientos mil
años de la presencia de
homínidos en la zona.Todo
ello, destaquémoslo, en un
marco geológico
incomparable: terrenos
calizos trabajados,
esculpidos, cincelados por
aguas subterráneas, primero
y por el oxígeno
atmosférico después, en la
reversible ecuación
carbonatobicarbonato y
vuelta a empezar, que
procuró al hombre
primitivo hogar y refugio y cuyo “alquiler” él quiso
pagar con una decoración conservada a través de
los siglos.
Y, siguiendo el camino de las grutas, llegamos al
cauce subterráneo del Padirac para lo que hay que
descender a casi cien metros de profundidad en
unos ascensores diseñados turísticamente.
Estalactitas que descienden gota a gota, estalagmitas
que ascienden; columnas formadas al unirse ambas;
lagos tranquilos, amaestrados, dormidos por los
siglos, sin más vértigo que el del asombro…
Salimos del Périgord. La lluvía vestía de gris las
horas de la mañana, pero no pudo enmascarar una
nueva sorpresa:Ante nuestros ojos, venciendo a la
llovizna, el pueblecito de Collonge la Rouges con
sus encantadoras casas rojas que parecían estar
esperando a una caperucita turística.
Y Rocamadour, ciudadsantuario, lugar de
peregrinaciones medievales: Enrique, esposo de
Leonor; san Luis de Francia y su esposo Blanca de
Castilla, nieta de Leonor. Una escalinata sacrificial y
penitencial. Una Virgen Negra, acogedora de
oraciones. Un enclave impresionante, mítico y
bélico; de oración y de guerra.
Comenzamos a despedirnos del viaje; pero,
antes de coronar nuestro regreso, una cita en Saint
Emilion, cuna del vino de Burdeos, vino de nobles y
princesas que llegó a desterrar a la británica
cerveza en la tabernas y palacios medievales.
Périgord negro, Périgord Blanco, PérigordVerde;
la actual Guyena con nombre departamental. La
eterna Aquitania de Leonor que se nos mostró en
el ambiente medieval que parecía traernos
canciones de juglares y rosas de romances…Y de
cada catedral, iglesia, castillo o burgo; de cada calle,
de cada casa, de cada plaza, parecen brotar los
perfiles inconcretos de reyes, obispos, caballeros,
monjes, trovadores, pajes y juglares.Y, desde ellos y
sobre ellos, Leonor “que era para los poetas lo que
la aurora a los pájaros”.
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Nota del autor: El entrecomillado está tomado del libro
de Régine Pernoud titulado
Leonor de Aquitania
y
editado por “Acantilado”.
Edificio medieval
en Sarlat
Monumento a Goya