de un camión y acabar con ese montón de huesos
de los vejestorios. Dicho y hecho, desliza un
enorme charco de aceite sobre el asfalto, las
ruedas patinan, el coche pierde el control y
choca, se rompe el cristal del parabrisas y los
agentes quedan enjaulados entre la
carrocería. Los dos viejos saltan por los
aires hasta dar con las posaderas
encima de un sucio colchón situado
cerca de un contenedor de basura.
–Podíamos llevárnoslo a
casa ¿te parece?
–Para que lo uses tú y
no me lo dejes. No
pienso deslomarme por
esa mierda.
–Imbécil.
–Mala pécora.
Habrían seguido discutiendo si no les hubiera
entrado frío. Los huesos de quinientos años se
vuelven caprichosos y reclaman atención.
“Marchar a casa de una vez. O vestirnos. Que si
no os vamos a acusar de malos tratos.” –así de
claro lo tenía el carbonato cálcico y el fósforo de
su interior.
–¿Dicen algo? ¿Necesitan algo los señores? –
pregunta un desconocido. Les oí hablar de malos
tratos y ya ven ustedes, que uno cuando no quiere
morir se conciencia mucho.
Era imposible que hubiera oído la conversación
ósea que discurría paralela al deambular.
–Un hospital –suelta uno de los viejos, para
chinchar al otro.
–Lo necesitarás tú.
–Los dos. ¿No ves que nos han envenenado?
El desconocido saca su
cámara de fotos y
dispara de forma
compulsiva.Ve la
exclusiva en los
periódicos. Piensa en la
oportunidad de su vida.
Enfoca bien para centrar
la imagen y cuando
intenta comprobar el
resultado se mesa el
cabello desconcertado.
Se la han velado las
fotografías. Aparece un
fondo negro nada más.
–Los fantasmas
somos esquivos por
naturaleza, ya ve usted.
Esta noche hemos
salido a festejar el nuevo golpe de suerte.Ya van
trescientas veces que nos salvamos por
los pelos.
–Yo los veo. Están ustedes
delante mía, si bien es cierto
que un poco desmejorados, no
me
parecen precisamente del otro mundo –se
aventura.
–Pues cuéntelo así en su periódico. Nos hará
reír nuevamente. De paso, escriba que la señora
de la guadaña busca novio joven que le de guerra
hasta que le haga olvidar esas estúpidas manías de
perseguir a los vivos.
–¿Cómo voy a poner eso?
–Usted verá si quiere ser el siguiente. ¿No ve
como le mira? Lleva cianuro en sus refajos.
Necesita un muerto para seguir viva y nosotros
pensamos vivir aún varios lustros.
Mientras dos agentes de policía sufren un accidente
por causas aún desconocidas, se ha extendido el
rumor por la ciudad de que dos viejos andan sueltos
en pelotas, dicen haber sido víctimas de un
envenenamiento con cianuro y sus huesos desprenden
un color verde fosforito. Si los ven comiendo sopas –su
plato preferido– no duden en ponerse en contacto con
la autoridad. Se gratificará.
Los viejos regresan a sus aposentos. Les rugen las
tripas. Se preguntan que hay de cena.Y acuerdan el
ayuno no sea cosa de que las sopas... En su
ausencia han tenido visita y ahora hay otras
dos viejas desdentadas revolviendo una cazuela
que huele a ajos tiernos y a potaje. Lo peor de
todo es las viejas desnudas son tan horrorosas
que dan ganas de correr. Ellos van a tardar una
eternidad en echarlas a suertes pues ellas dicen
haber venido para quedarse. También están
dispuestas a compartirlo todo, veneno incluido.
¿Cómo van a negarles semejante capricho si
por fin se les acabaron los problemas? La
señora de la guadaña se retuerce dentro de
un frasquito de cristal. La encontraron así
mientras hacía un conjuro. Los cuatro
esqueletos ríen tanto que se les
descomponen las piezas y se entretienen
recomponiéndose unos a otros, como
niños..
17
Pliegos de Rebotica
2019