Revista Farmacéuticos - Nº 137 - Abril / Junio 2019 - page 10

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levo años trabajando en mi nuevo
proyecto. Solo necesita una pequeña
modificación y estará listo para
ponerlo en funcionamiento. Desde
hace tiempo uno de los mayores
deseos del ser humano es poder viajar en el
tiempo y, gracias a mi
invento, ese sueño se hará
realidad.
Tras conectar el último
cable, entre las dos columnas
de la máquina empieza a
formarse una luz. Cada vez se
hace más grande hasta
que casi llega a tocarlas.
Tengo dudas de probarlo. Si
primero lo muestro a las
revistas científicas y resulta ser un fracaso,
terminaría afectando negativamente a mi
carrera. Sin embargo, no sé los peligros que
conllevan atravesar la luz. Lo pienso unos
minutos y tras ellos, determino que debería ser
yo el primero en probar. Me acerco lentamente
a la luz, la cual me parece cada vez más
brillante. Antes de dar el último paso, cierro los
ojos. Al darlo, vuelvo a abrirlos. Me encuentro
en una sala con poca luz, pero no puedo
distinguir si hay cosas en ella o no, debido a
que mis ojos no se han acostumbrado aún.
Poco a poco mis pupilas se adaptan y comienzo
a ver formas, luego muebles, y tras ello varios
objetos bien
definidos.
La máquina me ha
llevado a un
laboratorio, no
sabría decir de qué
época, pero estoy
más que seguro que
es de antes del siglo
XX. Me paseo por la
amplia sala. En ella
hay una gran
estantería con botes
de cristal rellenos de
líquidos amarillos y algún animal raro. También
hay una segunda estantería con libros y papeles
descolocados. A la derecha, un escritorio con
más papeles alumbrados a la luz de un candil.
Sigo paseando por la sala, descubriendo
nuevas cosas. Sin embargo, una cámara
resguardada hace que un
escalofrío recorra mi
cuerpo. En el suelo,
aparece pintado un
pentáculo extraño,
posiblemente de algún ritual.
Encima, se encuentran trozos
de animales, plantas, y polvo
de colores. Lo más
aterrador son las
grandes manchas de
sangre que cubren tanto
el suelo como las paredes. Mi mente trata
de entender para qué sirve todo. Puede
que la persona o personas que trabajan allí
estudien los animales y por eso estén las
manchas. El pentáculo no sabría decir de qué
es, pero puede ser algún tipo de protección
frente a espíritus malignos.
Mientras estoy investigando la escena, oigo una
puerta abrirse. Solo me atrevo a mover la
cabeza en esa dirección. Por la puerta entra un
hombre con una túnica y una bolsa en su
mano. De esta saca más plantas, algunas piedras
y animales pequeños. El hombre no se ha
percatado de mi
presencia, algo
imposible, pues
estoy totalmente
dentro de su campo
de visión. Desde el
principio me podría
haber visto.
Comienzo a
acercarme hacia su
lado. El hombre
sigue igual, dejando
su material encima
del escritorio y
revisando papeles.
Diana Poveda del Pozo
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Pliegos de Rebotica
2019
El ingrediente
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