azafrán.Así,Avicena lo considera dotado de los
mismos o semejantes caracteres que los indicados por
Dioscórides.
Trataron sobre él, Serapión el Viejo (siglo IX), Mesué
el joven (siglo X) y Serapión el joven (siglo XIII);
concretamente el segundo de los citados, perpetuó un
extraordinario número de preparaciones farmacéuticas
con el azafrán como componente.
La gran figura del período final del siglo X y
primeros años del XI, es Abulcasis. Y en su obra,
al-Tasrif
,
trata, naturalmente, del azafrán,
La Edad de Oro de la farmacología musulmana
coincide con la época de los primeros Taifas y es la de
máximo esplendor de la ciencia en España: «A mediados
del siglo XI Sevilla era el paraíso de los poetas y Toledo
de los científicos».
Entre las grandes figuras que cultivaron las Ciencias
de la naturaleza y la Medicina, destaca Ibn al-Wafid de
Toledo (1007-1074). Perfecto conocedor de Dioscórides
y Galeno y en su obra
El Libro de la almohada
cita al
azafrán en cuarenta y tres recetas recomendando su
empleo como remedio cordial y como estimulante
sexual, tres de sus más clásicas indicaciones.
En el campo de la Farmacología, una figura destaca
en el siglo XII, la de Abu-S-Salt Umayya (1068-1134).
Matemático, poeta y médico y autor de
Tratado de los
medicamentos simples.
En esta obra afirma que el azafrán
“fortalece el corazón y lo conforta. Es, en general, tónico
de los órganos internos. Sin embargo, es necesario no
excederse con él”.
Ya en la Baja Edad Media florecieron las primeras
Universidades occidentales, así como las llamadas
Escuelas Médicas entre ellas destacaron brillantemente
la de Salerno (Siglo X) y la de Montpellier.
La primera de ellas estableció su
Regimen sanitatis
,
conocido como
Régimen de la Escuela de Salerno
.Trata,
en verso, de las virtudes medicinales de gran cantidad de
drogas, sin faltar una explícita referencia al azafrán:
El Crocus reconforta y dispone a la alegría.
Restablece el vigor de los miembros y del hígado.
En la boca desprende un agradable olor,
pero del amor ardiente él enfría el ardor.
Respecto a estos versos, comenta el profesor Folch
Andréu «que se había dicho que el azafrán era un buen
afrodisíaco, hasta el punto que casi todos los autores de
la Antigüedad coinciden en indicar […] que excita el
coito; pero lo cierto es que esta acción afrodisíaca es
nula o bien dudosa» avalando, así, el último verso.
Pero la auténtica gran figura de la medicina hispana y
europea de un borroso siglo XIII es sin duda, el autor
valenciano Arnaldo, o Arnau, deVilanova (h. 1240-1311),
el más brillante representante de la medicina del siglo XIII
.
De todas sus obras, la más farmacéutica es su
famosísimo
Antidotarium
recogiendo en él numerosas
citas sobre el azafrán destacando las relativas a su acción
fumigante ya que ya que Vilanova lo considera «bastante
perfecto, que va bien para escapar de mortandad y
quitar la corrupción del aire» para indicar, asimismo, que
«va bien para el catarro, romadizo, tos, corrupción del
aire y mortandad de hombre».
En el siglo XIV la peste asoló Europa. Los muertos
se contaron por millones. Las medidas curativas y
preventivas se multiplicaron, pero todo fue inútil:
antídotos, purgantes, confortativos, fumigaciones, empleo
de hierbas aromáticas, mascarillas para filtrar los
ambientes impuros. No quedó ajeno el azafrán a esta
batalla. Presente estuvo en antídotos, en electuarios
cordiales y confortativos, en fumigaciones y, más
específico, en las muy apreciadas
píldoras de azafrán
.
Alfonso de Chirino, médico de Juan II de Castilla y León,
ya en pleno siglo XV, trata de las pestilencias y
recomienda tomar unas píldoras de las que forma parte
el azafrán.
Y Francisco Fernández deVillalobos, médico del
Emperador Carlos I y de su hijo, el príncipe Felipe, en su
obra
Sumario de la Medicina
(desarrollada en verso) cita
al azafrán al tratar de la «córnea y sus pasiones», de las
viruelas y del sarampión.
Edad Moderna
El Renacimiento supone un vuelco total en la línea
del pensamiento del hombre y de su actitud ante Dios,
la Naturaleza y él mismo.
Y aparece el «hombre universal», el «hombre
renacentista» en cualquiera de los campos del saber.
Es el caso, en niveles más relacionados con nuestro
trabajo, del doctor Andrés Laguna (1494-1560).
Anatómico, botánico, filósofo, farmacólogo,
comentarista, políglota, gran médico. En 1555 redacta
en castellano el
Pedacio Dioscórides Anazarbeo, acerca de
la materia medicinal y de los remedios mortíferos,
obra
que ha prestado un servicio fundamental a la
Farmacología desde el siglo I de nuestra Era.
Del azafrán nos dice el doctor Laguna «que es muy
útil a cosas medicinales. Bebido con vino paso, impide la
borrachera. […] Estimula la lujuria, y aplicado en forma
26
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Pliegos de Rebotica
´2017
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Azafrán.
Tomado de
Plantas
curativs, de M.
Funlenmeier.
Preparación
de la triaca.
Ilustración de
Tacuinum
sanitatis.
Médico
visitando a un
apestado
protegiéndose
con
fumigaciones.