Revista Farmacéuticos - Nº 129 - Abril-Junio 2017 - page 33

E
E
l nombre de Carmen de Burgos y Seguí
Colombine
, no dirá nada a las nuevas
generaciones y posiblemente a las no tan
nuevas, tampoco. Se cumplen ahora 150
años de su nacimiento y nos estamos
refiriendo a una mujer muy actual.
Periodista, escritora, traductora, activista de los
derechos de la mujer española.
Nacida en 1867 en Níjar (Almería) criada en
Rodalquilar en el seno de una familia acomodada,
inició a los 14 años de edad una relación
amorosa con un nombre que en ese momento le
doblaba la edad. Contrajo matrimonio a los 16
años en contra de la voluntad de su padre. Su
marido, un hombre rondando la treintena, de
inmejorable familia, inteligente, bebedor,
mujeriego, crápula. Aquello pintaba mal. Pero
Carmen no percibía esas señales de violencia
blanda que se agravarían con el tiempo. El
marido imponía y mantenía
el dominio y su supuesta
superioridad. Caldo de
cultivo de una violencia
psicológica, emocional y
física. Lo que ahora
llamamos micromachismos,
precedidos de lo que se
denomina “mito del amor
romántico”. Muy actual y
sin embargo, es una historia
de mediados del siglo XIX.
Para cuando llegó el primer
bofetón, Carmen ya había
parido tres hijos que morían
al poco de nacer. Maltrato
físico aprovechando su etapa
más vulnerable. Un clásico.
Parecía que la vida de
Carmen de Burgos sería
como la de la mayoría de
las mujeres casadas del
siglo XIX. Aguantar y callar.
Su marido inicia una
relación con una bailarina
de cabaret
la Calandria
y
paseaba su amor con todo
el descaro del que era capaz. Carmen tiene su
cuarto hijo, una niña que logró sobrevivir.
Durante ese embarazo, nuestra heroína se fue
preparando para lograr una libertad que ansiaba.
Entendía que un poso de cultura y poder vivir
de su trabajo la haría libre. Comenzó a estudiar
Magisterio y se examinaba como alumna no
oficial en la Escuela de Magisterio de Granada. Al
terminar sus estudios, con su hija en brazos
salió de la casa dando un portazo y sin mirar
atrás. Ni callada, ni sumisa. Por suerte, el marido
no trató de impedírselo. Consiguió por
oposición un puesto de trabajo en la Escuela
Normal de Guadalajara. Después, Madrid con su
niña y sin recursos. La alojó en su casa un tío
Senador que pronto intentó propasarse con ella.
De nuevo en la calle ante un futuro incierto.
Comienza a escribir artículos para distintas
publicaciones con pseudónimos como Honorina,
Marianela, Perico el de los palotes. Fue Augusto
Figueroa quien le aconsejó que
firmara como
Colombine
.
Se la considera la primera
mujer redactora de España.
Tenía columna propia en
El
Diario Universal
y
El Heraldo de
Madrid
la contrata como
corresponsal de guerra en
Marruecos. Desde Melilla da
cuenta de los trabajos de la
Cruz Roja sobre heridos o
enfermos. Envía siete crónicas
de lo que sucede en los
campamentos militares y en el
frente.Todas esas crónicas se
recopilaron después en un
documental titulado
En la
guerra, episodios de Melilla
.
En el
Heraldo de Madrid
tiene
status de redactora y sus
crónicas a veces salían en
portada.Al igual que sus
compañeros hombres. Lo que
ella quería, porque siendo
feminista, entendía el feminismo
como colaboración con el
hombre y trabajar a su lado.
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Marisol Donis
Pliegos de Rebotica
´2017
LOS BOTICARIOS
LaMalcasada
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