Revista Farmacéuticos - Nº 138 - julio/septiembre 2019 - page 22

menor precisamente. No tenía más remedio que
cambiar de planes, anular los deberes profesionales
y acudir al médico lo
antes posible.
A esas horas un
río de personas confluía en las puertas
transparentes del Centro de Salud. La iluminación
artificial del rótulo que identificaba el lugar quedaba
matizada ya por la claridad de la luz diurna. Se
introdujo en la marea, esperanzado en que la mayor
parte de esas personas se dirigieran a emprender
su turno de trabajo en el gigantesco entramado de
oficios del Centro. En la segunda de las barreras
que encontró eligió la puerta destinada a
“Pacientes” y ésta se abrió para él al acercar la
tarjeta identificadora que llevaba en la mano.
“Manuel Sótres Pómez. Sala H. Nº de identificación:
MSP074933”, leyó en el cristal de la terminal. Sala 2;
de nuevo sala 2; o sea la de siempre, se quejó para
sí. Un espacio con una superficie diáfana mínima y
un único ventanal al exterior, más un par de mesas
alargadas con no más de 5 posiciones individuales y
una especie de mostrador con un panel vertical era
el lugar al que el sistema le había destinado. Otros
tres pacientes aguardaban ya en aquel lugar, que él
calificó de inmediato como impersonal, la llamada
de los facultativos.
Por experiencia conocía bien los procedimientos. Se
dirigió al mostrador y acercó su tarjeta de
identificación a un sensor enmarcado en rojo. De
inmediato apareció su nombre en la pantalla del
monitor frontal y la indicación de “Habilite muestras y
pase a verificar datos en posición 5”.A los pocos
segundos, el cristal que cubría una apertura rectangular
en la parte derecha del panel se abrió e introdujo la
mano y parte del antebrazo en la zona reservada a la
comprobación fisiológica. Mientras una iluminación
longitudinal recorría toda la extensión corpórea
expuesta, notó que un ligero pinchazo en el dedo
índice se colaba entre las sensaciones corporales.
Obediente a las instrucciones se fue después a la
posición 5 y situó de nuevo la tarjeta en posición
de lectura. De inmediato el cristal que protegía la
tableta digital se movilizó y ésta tomo vida para ir
reclamando, pantalla a pantalla, una ingente cantidad
de datos. Manuel fue dando conformidad a la
totalidad de lo ya completado por el propio sistema
e incorporando la información nueva que se
solicitaba. Repasó así los pormenores de sus
características físicas actuales y su actividad vital en
la última semana: adherencia a la medicación y
automedicación; horas de actividad física y tiempo
aproximado de sedentarismo; mililitros aproximados
de bebidas alcohólicas y otras de alto contenido
energético; detalles de la alimentación; algunas
precisiones de su dedicación laboral; actividad
sexual; relaciones sociales, etcétera, hasta llegar a la
apreciación subjetiva, pero para él fiable, nada más
categórico que su verdad, de su situación
emocional. Para terminar, se precipitó gustoso a
rellenar la página reservada a las razones por las
que acudía a Urgencias. Ubicó con precisión
quirúrgica la zona del dolor, calificó su intensidad,
elucubró sobre la frecuencia de las punzadas,
matizó la singularidad de la novedad, especificó su
falta de conexión lógica con cualquiera de sus
actividades, enumeró cada uno de los pasos dados
en lo que iba de mañana y refirió la recomendación
expresa que la
app
del Sistema de Salud había
emitido desde su portentoso
ewatch235
. Acabado el
proceso, se mantuvo unos segundos a la espera
hasta que apareció el mensaje de conformidad de la
pantalla: “Muchas gracias. Por favor, espere nuestra
llamada”.
Manuel sabía que la espera se le iba a hacer muy
larga. La mezcla del dolor físico y la ansiedad que le
causaba la incertidumbre era explosiva y no le
permitía tampoco desfocalizar la atención de sí
mismo. Intentaba convencerse de que el hecho de
que no hubieran considerado su problema urgente
era un buen síntoma. Si fuera un cólico, biliar o de
otro tipo, o una apendicitis ya me hubiera atendido
un médico y no estas máquinas sin corazón que
todo lo controlan, se repetía continuamente para
aliviar la tensión.
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