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e recibido carta de la tía Amelia.
Bueno, yo siempre la llamo Amelita,
porque así la siento más cercana.
Amelita es menuda, tremendamente
flaca –cuando hace aire me parece
como si fuera a volar por la debilidad de sus
piernas– con los ojos muy vivos y siempre
sonríe. Es una razonadora de la vida, encantadora
persona a sus 92 años, una buena vecina a decir
de los habitantes de su barrio, un poco cómo
describiría Doris Lessing a Janna en su libro
“
Diario de una buena vecina
”,.
Amelita esconde un gran deseo, su mayor ilusión
semanal, que es esperar que llegue el lunes para
almorzar en una casa donde comparte un plato
de bechamel con una buena familia que la abraza,
la besa, en compañía de Aurea que la deja
rebañar la cacerola. Los niños que allí viven, la
reciben siempre como si fuera una fiesta la
llegada de la tía Amelia.Yo puedo asegurar que
ese día se viste de alegría, y todos escuchan la
discreta voz de una sorprendente anciana, con un
respeto y una reverencia a su edad digna de
envidia.
Pues bien, Amelita me escribe hoy y la ternura
inunda sus palabras desgastadas por el tiempo.
Ella en la madurez, escribía y
leía lo que sus ojos le
permitían, que se iban
apagando mientras repetía
entre dientes como para
convencernos y
tranquilizarnos, “¡para lo que
hay que ver!”. Ahora sus
dedos también le protestan, se
resisten a coger la pluma
muchas horas al día, como
hacía de chiquilla.
Las primeras palabras de su
carta son “
Hija estoy en la
prórroga de la vida, Dios
me ha dado esa
oportunidad
”. Intento
localizarla, emocionalmente
más que físicamente, porque
sé que va a ser difícil nuestro
reencuentro. Amelita ahorra explicaciones desde
que se encontró en una cama de hospital y salió
como si hubiera aterrizado en otra dimensión.
Ahora las palabras no las desperdicia. Es como si
para ella fuera un tiempo de guardar silencios, y
darse cuenta las tonterías que llegaron y
golpearon sus oídos como un martillo pilón, que
ha escuchado de tantas personas que al principio
admiró y luego la defraudaron.Y me dice en su
carta, que ha conocido a muchas personas que
ella las ubica en aquellos macro organismos del
género “
Rhemedius dixit
”, o mejor “
Rhemedius
humanus dixit
” que tienen para todos, menos
para ellos mismos, que son incapaces de resolver
los problemas personales, pero derraman
consejos por doquier para los demás.
Existen en todas las clases sociales, en mujeres y
hombres, que solo requieren circunstancias
difíciles para aconsejar en la vida, pero eso sí,
consejos para los demás.Y me cuenta que el
género es “Rhemedius sp”, y yo la imagino
diciéndolo con su gracioso acento extremeño,
pero tiene claro que la especie puede ser muy
diversa como sucede con las bacterias, o sea,
especies variadas: politicum, letradum,
peluquerum, medicum, profesorum, periodistum,
porterum, etc…, todos de ambos sexos,
masculino y femenino.Y me hace la
salvedad de que, con la portera, si
tienes confianza, puedes recibir de
ella consejos muy sesudos y con
tinte a veces de una perfecta
psicóloga. Cuando yo la digo, que
no se invente nombres que no
existen, me contesta que también
los jóvenes de ahora, se inventan
cada día palabras que no están en
el diccionario de la Real Academia
de la Lengua, y nos las tenemos
que tragar porque nadie les
dice nada.
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Aurora Sánchez Sousa
Pliegos de Rebotica
2019
LOS CAMINOS COLATERALES DEL CORAZÓN
Remedios vendo…