todas direcciones, buscando no sé qué repuesta
escrita en alguna pared—. Se te va la olla,
Esperanza. Te patina la última neurona que te
quedaba sana, mi amor. Te patina mucho.
De los versos de amor a los insultos. Lo único que
pienso durante el día es en hacer el amor contigo:
así que vete desnudando que voy a partirte en dos;
so puta.Y yo accedo. Hasta hoy he accedido por
temor a ser abandonada.Y lo que es más ridículo:
consiento para no desbaratar nuestra vida en
pareja por mi culpa, por mi culpa; por mi
grandísima culpa. Por temor a que se busque a
alguien que no sea invariablemente yo,
constantemente yo, aburridamente yo, diariamente
yo. Hasta hoy he aceptado ser de su propiedad más
exclusiva; pero a cambio, sí, que él sea sólo mío.
Hasta hoy he consentido en base a no sé qué
oscuros derechos del hombre. Hasta hoy he tenido
dos postigos permanentemente cerrados delante
de mis ojos. Hasta hoy.
Una noche después de otra noche.
Escucho una blasfemia impronunciable y un golpe seco.
Pero la puerta permanece cerrada. Otra blasfemia y
otro golpe; brutal.
Ahí me hundí.Y de pronto me arrepiento de
haber echado el cierre de seguridad. Es mi
escorpión. El aguijonazo del miedo me obliga
a levantarme como una autómata y
descorrer el cerrojo.Abro porque a pesar de
todos mis miedos todavía creo que le
pertenezco. Miedo al abrazo no deseado, a
su piel sobre mi piel; miedo a que se adentre
por los siniestros caminos de su virilidad más
violenta. Lascivia y miedo. Es el rostro del
sexo que cruza la puerta dando tumbos, con
toda la urgencia del deseo enredada en el
cuerpo, me arrastra del pelo, me atrapa
contra la pared y me toca de arriba abajo;
suéltame, NO, forcejea por abrirme los
labios, he dicho NO, hinca una rodilla para
separarme las pierna, basta, NO, interpongo el brazo
entre mi pecho y el suyo, basta, basta, NO, nunca más.
Es la primera vez —la primera y única— que me
atrevo, que no agacho la vista y le planto cara. Que no
me presto sumisa al impulso animal de la manada, que
no reconozco ningún derecho del hombre sobre la
voluntad de la mujer. Que no claudico ante el macho
jefe o frente al macho alfa o comoquiera se llame
ahora. La primera y única vez.
El desconcierto le ha hecho retroceder dos pasos.
Durante la chispa de un segundo la mano se le ha
quedado detenida en el aire, el tiempo justo antes
de verla cómo se asentaba en mi rostro. Intenté
cubrirme con el antebrazo; pero el revés me hizo
girar la cara. El corazón me retumba fuerte en las
sienes. Me retumba fuerte. Me retumba.
El siguiente me explotó en las costillas; el tercero se
hundió en mi vientre con una violencia
sorprendentemente feroz. El cuarto, quinto y sexto ya
no los recuerdo. Seis. Cierro los ojos y cuento hasta
seis.Ya está. Que me folle. Ése es el estúpido
comportamiento masoquista: tropezar seis veces con
la misma piedra. Seis.
—Seis.
—¿Seis? ¡Qué leche de música te ha entrado ahora
con los números, Esperanza! —la lluvia de golpes me
ha dejado sin un solo pensamiento. Sólo estupor y una
desconocida y serena sensación de rabia—, igual es
que te estás aficionando a cantar bingos, loca de
mierda.
Me ha dejado con el camisón enrollado en la cintura, la
ceniza de los cigarrillos sembrada por la cama y la
advertencia de que en un par de horas regresaría por
mí; que quería verme vestida, maquillada y guapa, ¿me
has entendido? ¿me oyes bien?: dos horas. Se ha
largado con las llaves colgadas del dedo y ha atrancado
con doble vuelta la puerta.Tienes ciento veinte
minutos.Ya ves: así es el amor cuando te
parte la boca y te deja el olor de sus
dedos en el pelo. Envuelta en una
mortaja de dolor e impotencia y con
toda tu rabia rígida y amarga hirviendo
en los ojos.
Y ahora, ponte frente al espejo, mujer
atrapada. Mírate la cara maquillada de un
rabioso rojo carne; los moratones que
se tornarán cardenales; los hematomas
dibujados en tu cuerpo; ese corazón de
sandía en tu ojo izquierdo. Fíjate en las
mujeres del espejo; mujeres violadas,
mujeres golpeadas, mujeres muertas.
Mujeres que, como tú, se construyen
historias tan hermosas que hasta
consiguen creérselas; pero el espejo te
demuestra que no, que no es así, que llega el
día en que algo se rompe muy, muy dentro, por
las estepas del corazón. Que ya va siendo hora de que
reúnas esas tres bolas y corras a ponerte a salvo de
todas sus mierdas, mujer marcada. El cero, el uno, el
seis; esos números que repites una noche después de
otra noche. Cada noche; todas las noches. Esos tres
números que tanto te han maltratado últimamente.
Atrévete, ¿a qué esperas, Esperanza? Antes de que él
regrese: configura la cifra y marca: 016.
—016; teléfono contra el maltrato, ¿en qué puedo
ayudarla?
Once minutos y tres segundos después, la sirena
apremiante de una ambulancia y los ojos azules de
dos coches Z se habían detenido ya frente al portal
de tu casa.
Hay salida.
n
27
Pliegos de Rebotica
2019
Segundo Premio: XIV Certamen de Igualdad de Género / Aranda de Duero.