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Pliegos de Rebotica
2019
U
Juan Jorge Poveda Álvarez
(sigue)
U
n arco de piedra negra,
repulsivamente brillante, suave
al tacto. Instintivamente me
acerqué al umbral, tenebroso,
ancestral, que se introducía en
las entrañas de la tierra de manera
abominable.Y empezó a surgir de sus
profundidades un fulgor rojizo maligno, que fue
aumentando paulatinamente, hasta que iluminó
completamente el entorno de la ciclópea
puerta negra. Ahora podía ver que tenía
grabados extraños signos parecidos a
pictogramas en todo el dintel.Y al igual que en
mi sueño anterior (¿realmente fue un sueño?),
algo se interpuso en el resplandor.Y en menos
de un minuto apareció en mitad de la oquedad
un ser gigantesco, con tentáculos saliéndole de
la cara, musculosos brazos y piernas,
terminadas en garras, y unos vestigios de alas
destrozadas, que debió poder utilizar hace
eones. Avanzó sin inmutarse de nuestra
presencia, sentándose en lo que yo había
intuido como un pequeño talud al lado de la
puerta, y no era sino un ciclópeo trono tallado
en el mismo tipo de roca negra que la puerta,
cubierto con extraños pictogramas tallados.
Aquello sobrepasó mi fuerza de voluntad, y
alejándome de aquella inmunda criatura, nadé
hasta la superficie, trepando por las rocas de la
costa, y corrí por el campo lleno de
matorrales, llegando hasta mi alojamiento,
donde desfallecí encima de la cama.
Al día siguiente me levanté extrañamente
descansado, sin noción de haber soñado nada,
pues realmente lo que había vivido en realidad,
podía ser un sueño… pero sabía que no lo era.
Bajé las escaleras. Al pie de las mismas me
esperaba mi compañera de excursiones
marinas, sola, sin más compañía. La apabullé con
miles de preguntas. Donde había estado.
Quienes eran esos hombres y mujeres,… y
esas criaturas. Que era ese ser de aspecto de
octópodo convertido en titán. Aguardó
pacientemente que terminase de vomitar todo
mi arsenal de dudas, y lentamente me narró la
historia de la isla, conocida por los antiguos
griegos como Planesia, y que los romanos
llamaron Planaria. Cómo hace más de
cuatrocientos años, naufragó un barco
procedente de perdidas islas del Océano Índico
y con destino al puerto de Argel, lleno de
productos exóticos, entre los que iban unos
seres mitad hombres, mitad batracios, con el
objetivo de vender dicha extraña mercancía a
los poderosos sultanes y emires del norte de
África. Pero la tormenta los desvió de su
rumbo y los arrojó frente a las costas de la isla,
después de rodear todo el continente africano,
y el barco embarrancó, escapando los extraños
seres de su encierro, morando desde entonces
en las aguas cercanas. Estos seres adoraban a
un extraño dios de las profundidades, un dios
caído hace eones en nuestro planeta, después
de perder una lucha fratricida entre dos bandos
Recordando
a Lovecraft
(2ª parte)