modo, se trata de un pequeño homenaje a la tertulia del
Café Suizo, formada por literatos, hombres de ciencia,
líderes políticos, profesionales liberales y hombres de
negocios, que estuvo frecuentada durante años por el
sabio aragonés y que desapareció el mismo año de la
publicación del libro.
En el extenso capítulo noveno compara a la literatura con
una buena farmacia:
“Nada hay más semejante a una biblioteca que una botica.
Si en las estanterías farmacéuticas se guardan los
remedios contra las enfermedades del cuerpo, en los
anaqueles de las buenísimas librerías se encierran los
específicos reclamados por las dolencias del ánimo.
Por tanto, la biblioteca del escritor debe ofrecernos, en
armonía con el estado de nuestro espíritu, libros fúnebres
que hagan llorar, como la
pilocarpina
; libros que hagan reír
y delirar, como el
alcohol
y el
haschisch
(fase de delirio
hilarante); libros sedantes, como
el veronal
y
el bromuro de
potasio
; libros analgésicos, como la
cocaína
y la
morfina
;
libros tonificantes, como los
preparados de hierro
, y hasta
libros de pura broza, ganga y relleno, como la
vaselina
y el
cerato simple
. No sonría el lector demasiado severo o
desdeñoso: tales insulsas obras nos enseñan a apreciar
por contraste las producciones maestras del ingenio, con
la ventaja de proporcionarnos, leídas después de cenar, y a
pequeños sorbos (naturalmente), el sueño más fisiológico,
profundo y reparador que se conoce”.
Y, para poner punto final, la sabrosa fábula de
El hombre y
la tenia
, o
el orgullo antropocéntrico
, la discusión entre el
Germen y el Genio
. Dice así:
“El hombre
.– Soy el objeto predilecto de la Creación y el
centro de cuanto existe. Para mi sustento y regalo fueron
formados el vegetal y el animal. El cielo, insondable abismo
sembrado de nebulosas y estrellas centelleantes, fue
fabricado para saciar la sed de infinito de mi alma y rendir
al sublime Arquitecto el culto que le es debido.Y el
supremo Hacedor fue tan generoso que me otorgó
imperio absoluto sobre animales y plantas, desde el
elefante al perro y desde el árbol al hongo.
La Tenia solium
.–Paréceme,
querido huésped, que te
desvaneces un poco. Si te
consideras rey de la
Creación, ¿qué seré yo
que me alimento de ti y
mando en tus entrañas?
Te envaneces en ser
centro de todo, pero yo
soy centro de tu centro.
Alardeas de penetración
intelectual, y ni siquiera
sospechas que yo me
alojo en tu cuerpo y te
exploto como la larva de
mosca al muladar. Haces
bien en ensalzar al Creador, pero en mi boca se
justifica el elogio mejor que en la tuya. Desbarras al
afirmar que plantas y animales se han producido para
tu regalo: se han creado para el regalo de todos.Y si
yo me permitiera un rasgo de orgullo, diría que
nacieron para que, por ministerio de tus jugos
digestivos, se nos proporcionara, no sólo a mí, sino a
la caterva innumerable de microbios intestinales,
ración abundante, nutritiva y variada. Bien miradas las
cosas, mi condición es harto más envidiable que la
tuya: tú trabajas y te afanas para ganar el sustento,
mientras que yo, sin el menor esfuerzo, me nutro del
quimo elaborado por tus glándulas digestivas. El
privilegio que tú persigues de vivir sin trabajar me lo
ha acordado graciosamente la Providencia desde hace
millares de años.
El hombre.–
Ignoraba, en efecto, que existieras y fueras
capaz de discurrir. Permíteme, sin embargo, afirmar que mi
orgullo tiene mejor ejecutoria que el tuyo. Careces de
razón y de alma inmortal.
La tenia.
– ¡Donosa ocurrencia! ¿No estoy acaso provista
de células nerviosas, fundamentalmente iguales a las tuyas,
como las similares, todavía más complicadas, de mis
parientes los ascárides y las sanguijuelas? Y siendo un
hecho demostrado que la concentración y complicación
del sistema nervioso se ofrece en la escala animal como
una serie ininterrumpida de gradaciones, ¡por dónde
cortamos? ¿Cuántas neuronas hay que atesorar para
poseer alma y un poco de racionalidad?”
Kipling nos transmitió la frase de un filósofo hindú, cuyo
nombre se ha perdido en el ir y venir del tiempo: "la
mente duerme en la piedra, sueña en la planta y se
despierta en el hombre". Pues bien, a desentrañar los
secretos de quien duerme, sueña y se despierta dedicó
Santiago Ramón y Cajal toda su vida.
Obras literarias de Santiago Ramón y Cajal
Charlas de café
(4ª ed). Madrid: Espasa Calpe, 1941.
Cuentos de vacaciones
(5ª ed). Madrid: Espasa Calpe, 1964.
El mundo visto a los ochenta años
(6ª ed). Buenos Aires: Espasa
Calpe, 1952.
Historia de mi labor científica
(4ª ed). Madrid: Alianza Editorial, 1984
La mujer. Conversación e ideario recogidos por margarita Neileki
;
una advertencia preliminar escrita
expresamente para esta obra por
el autor (2ª ed). Madrid: M. Aguilar
Editor, 1938.
La psicología de los artistas
(3ª
ed). Madrid: Espasa Calpe, 1972
Mi infancia y juventud
(10ª ed).
Madrid: Espasa Calpe, 1980.
Obras literarias completas
. Madrid:
Aguilar, 1947.
Pensamientos escogidos
. Madrid:
Editorial La Lectura, 1924.
Reglas y consejos sobre investiga-
ción científica. Los tónicos de la
voluntad
(18ª ed). Madrid: Espasa
Calpe, 2005.
Recuerdos de mi vida
. Edición de
Juan Fernández Santarén.
Barcelona: Editorial Crítica, 2006.
Santiago Ramón y Cajal. Compartió el premio Nobel de
Medicina en 1906 con Camillo Golgi «en reconocimiento de
su trabajo sobre la estructura del sistema nervioso»
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Pliegos de Rebotica
2019