Revista Farmacéuticos - Nº 136 - Enero-Marzo 2019 - page 8

terminado de leer una novela fantástica que les
recomendaba encarecidamente “La mujer del
teniente francés” de John Fowles. A las diez
tampoco pasé por la Plaza de la Concordia, ni
estaba el quiosco de Françoise abierto, ni
escuché el organillo de Pierre en los Campos
Elíseos. Cuando pasé por la avenida eché en falta
al retratista que captaba en sus lienzos desde una
chispa de tristeza hasta la más sutil sonrisa que
arrugara discretamente la comisura de los labios.
Hacia la hora del almuerzo todavía me quedaban
varias calles por repartir y a mi carro le faltaba
casi un tercio por entregar. Si las saetas del reloj
no se habían averiado, mi rutina llevaba media
hora de retraso. Quizá por eso no encontraba
nada en su lugar. Sin embargo no podía obviar
una inquietud creciente en mi estado de ánimo.
Los nervios me mordían por dentro obligándome
a parar con más frecuencia para enmendar los
errores. Mi cerebro procesaba más lento la
información. Incluso las piernas parecían haberse
vuelto de hormigón y avanzaban más despacio.
– ¿Quiere un cafecito? ¿Con
leche? ¿Expreso? –gritaba
Monsieur Jacques empujando
un carrito que en verano le
servía para vender helados y
en invierno lo
transformaba en
cafetería ambulante.
Aunque estaba caliente, lo
apuré casi de un trago sin
siquiera remover el azúcar.
Quizá mitigara esa sensación
de zozobra que me había
provocado esa postal remitida al
camposanto. Recordé a mi madre recién
fallecida no hacía muchos meses y la acidez
inundó mi boca, como culpándome por no haber
ido a visitarla. ¿Cómo explicar que me faltaba
valor y que todavía no estaba preparada para una
despedida definitiva?
Al meter la mano en el carrito noté que ya
prácticamente no tropezaba con ningún fajo
anudado con gomas de plástico. Solitaria y
abandonada, quedaba la postal. Marlene Giesbert
según mis corto entendimiento de lenguas y
genealogías, era apellido alemán. ¿Qué hacían sus
restos descansando en suelo francés? ¿Habría
corrido por sus venas sangre judía y había
regresado para reposar junto a sus antepasados?
Fiché algo más tarde de la hora habitual y guardé
en mi bolso la postal. Para entonces ya tenía la
firme determinación de llevarla a su destino.
Como mi rutina de lunes no podía ser más
caótica ese lunes, tomé un almuerzo frugal en
una cafetería de la Avenida desde cuya ventana,
entre bocado y bocado, contemplé las prisas de
los viandantes preguntándome si también
tendrían una historia tan insólita escondida en
sus refajos.
Noté que un cierto romanticismo despertaba en
mi interior y antes de tomar el autobús para
llegar a mi destino, paré en la floristería que
estaba cerca del café Floré para comprar cuatro
rosas rojas con las que culminar la entrega de la
misiva. Faltaban casi diez minutos para la hora en
punto del sesenta y nueve entre el Boulevard y
Sant Dennis con los nervios desatados y una
emoción que, días atrás creía me había
abandonado por completo, pero que allí estaba,
haciéndome cosquillas por mi interior.
Con el cuello levantado, la bufanda anudada al
cuello y el ramo, bajé en la parada Roquette –
Père Lachaise dispuesta
a culminar la faena. En
la entrada aguardé un
rato hasta que tomé
conciencia de la
distribución de las calles
tras estudiar un plano que
me pareció complejísimo.
Tomé una de las avenidas y
dejé a diestro y siniestro la
tumba de Édith Piaf, la de Molière,
el muro de los Federados en
homenaje a los muertos en la
Comuna de Paris.
Esperaba encontrar un nicho abandonado, sin
más referencia que el simple nombre grabado
sobre la piedra, sin visitas que abrillantaran el
mármol con agua tibia y jabón neutro, por eso
pasé de largo al ver a un caballero vestido con
levita oscura, sombrero hongo y bastón
platicando en voz queda, como para guardar
secretos. Regresé sobre mis pasos comprobando
la numeración. No había duda. Marlene Giesbert,
mi destinataria, esa tarde de lunes no estaba sola.
Por un instante me sentí ridícula con un ramo de
rosas rojas y sin jarrón para meterlas dentro y
con una tarjeta postal remitida desde Alemania.
PREMIOS AEFLA 2017
8
Pliegos de Rebotica
2019
1,2,3,4,5,6,7 9,10,11,12,13,14,15,16,17,18,...52
Powered by FlippingBook