Revista Farmacéuticos - Nº 136 - Enero-Marzo 2019 - page 14

U
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na taza de café con leche muy
caliente y el diario matutino es
una buena forma de empezar el
día. Pero en los últimos tiempos,
esa convicción adquirida, más bien
impresa en mi conducta
desde hace décadas, ha
empezado a
tambalearse.
La duda aparece
porque a menudo, el
periódico quema
mis dedos tanto
como la taza
humeante que me
acompaña en la
lectura. De entre sus
hojas, brota la
desolación como la
gasolina de un surtidor resquebrajado:
terrorismo internacional, corrupción política,
manifestaciones injustas, huelgas ilegales,
maltrato de género, drogas para niños,
accidentes de tráfico, famosos
inconsistentes…
Paso las hojas con aprensión,
apenas inspiro un cierto aire
fresco con el chiste del día,
cuando a punto de la asfixia
intelectual y emocional, caigo
en las páginas de fútbol.
¡Ah el fútbol! Esa metáfora de
un mundo imperfecto que más
bien parece el dios de una nueva
religión inconfesa que un deporte
saludable.
El fútbol sustenta la
antropología del español
universal, del patriota por
“pelotas”, de la hermandad en
los colores, del mártir y el redentor, de la
recompensa y el castigo, de la rubia secundaria
y el dios en pantalón corto. La utopía de un
pueblo elegido para una nueva tierra
prometida.
Para colmo, casi siempre se está celebrando
alguno de esos campeonatos de vértigo, y cada
partido es como un narcótico que
paraliza al cosmos. Las calles
vacías, las playas sin
bañistas, los taxis sin
conductor, los cines sin
público, los amantes sin
besos.
Y yo, catecúmena todavía
de esta devoción, novicia
en ciernes de esta orden,
miro sin ver el
corner
, se me
escapa el
penalty
, se me olvida
la alineación, carezco del grito
consolador de un himno
esperanzado… y de los jugadores, solo
reconozco el color de la camiseta.
Me muestro audaz, digo que no me importa…
pero la soledad me amenaza y las vicisitudes
se acrecientan cuando las conversaciones
empiezan y yo no soy capaz de cumplir el
nuevo precepto de la ley: hablar de fútbol.
Pero tal vez deba cambiar. Decía Albert
Camus: “Todo lo que sé con mayor certeza
sobre la moral, se lo debo al fútbol.”
Así pues, vistos los tiempos y la filosofía,
tendré que aprender fútbol. Aunque me rompa
el menisco.
¿No creen? Pues eso.
Hablar de
fútbol
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Pliegos de Rebotica
2019
Aurora Guerra
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