puede ser trasladado a la consideración
de la Ciencia y el Arte en relación a la
actividad creadora del hombre en su
búsqueda permanente por desentrañar el
mecanismo de esa eterna rueda que gira
incesante arrastrando nacimiento y
muerte (A. Huxley).
Si seguimos nuestro pequeño buceo a la
búsqueda de otros maravillosos corales
aportados a la Ciencia por el Arte y
viceversa, podemos volver a preguntarnos
¿no están cargadas de fascinación por la
ciencia muchas de las páginas escritas por
Goethe y no rezuman pasión literaria
algunos maravillosos textos de Erasmus
Darwin en
El templo de la naturaleza y de Charles Darwin
acerca del Origen de las especies y del Origen del hombre?
Y acaso ¿no es ciencia lo que destilan algunas de las
más importantes creaciones de Cervantes, Shakespeare,
Flaubert y Mann?; por el contrario, ¿no es Literatura, y
de la mejor que se pueda encontrar, la contenida en las
historias clínicas de S. Freud o en la descripción de “los
tres primeros minutos del Universo” que hace el
premio Nobel S.Weinberg? Los instrumentos de la
razón no son contradictorios con la facultad poética ni
la poesía es la antagonista del logos y la razón y, así, el
médico y escritor O. Sacks relata en el
Tío Tungsteno
que
el poeta romántico Samuel Taylor Coleridge y el
químico Humphry Davy, descubridor del potasio,
llegaron a plantearse instalar juntos un laboratorio para
hacer alquimia de los conocimientos que de la
Naturaleza tenía uno y de las palabras el otro. El
químico y escritor italiano Primo Levi recordaba que el
Sistema Periódico de Mendeleiev “era un poema más
elevado y solemne que todos los poemas que nos
hacían tragar en clase”. Por su parte, Herman Hess en
su maravillosa novela
Narciso y Goldmundo
hace ver, a
través de la amistad de los dos personajes protagonistas
de la novela, la estrecha relación entre el espíritu
investigador y el alma artística, los cuales no son sino
manifestaciones de la fuerza creadora de la razón y del
instinto, del rigor intelectual y de la pasión. En fin, la
relación de “muñecas rusas” literarias que encierra la
ciencia sería tan interminable como las científicas
contenidas en la literatura.
Por tanto, Ciencia y Arte necesitan de su ayuda mutua y
complementaria para ofrecer al hombre la comprensión
de la realidad e incluso ir más allá de ella. Para L.
Racionero,“el arte articula y la ciencia especula, actuando
ambas como un espejo plantado ante la naturaleza y la
vida”. La interpretación científica puede “confirmar las
intuiciones del artista, profundizar sus presentimientos,
extender el alcance de su visión” (A. Huxley), mientras
que la expresión artística permite resolver ciertas
limitaciones impuestas por el corsé del método científico
(J. Caro Baroja). Este planteamiento es compartido por
Ramón y Cajal quien seguramente también estaría de
acuerdo con la afirmación de Juan Bonilla de que el
microscopio es el instrumento por excelencia de los
escritores:“Colocan cualquier elemento ante su lente y lo
que nos muestran es una naturaleza insospechada”. En el
discurso pronunciado con motivo del homenaje a José de
Echegaray comenta nuestro premio Nobel de Medicina:
“Asómbranse algunos de que un ingeniero, un físico, un
geómetra, cuya fantasía debiera haberse agotado al
peregrinar por el páramo adusto de las fórmulas
algebraicas, haya cultivado tan primorosa y gallardamente
la poesía; más a quienes se admiren de tan feliz
conjunción de facultades podría preguntárseles si conocen
por ventura algún talento científico superior que no tenga
algo, y aun mucho, de poeta. ¿Qué es, en definitiva, la
ciencia, sino una poesía honda, clarividente, infinitamente
ambiciosa?
Cajal entendió que la literatura no es una simple copia de
la realidad, sino que es la suma de experiencia y
experimento, y que, como sus cortes histológicos,
“atraviesa las capas superficiales para penetrar hasta su
mismo fondo” para mostrar, luego, con visión
macroscópica, las particularidades y pormenores de la
situación. De ahí, su capacidad de expresión narrativa,
derivada de la necesidad de retratar en sus manuales
experimentales de la forma más sencilla posible lo que el
microscopio le ponía delante de sus ojos.
En definitiva, en la inmensidad del caos, el hombre no
puede prescindir de la Ciencia, pero necesita
imperiosamente la poesía para desentrañar los misterios
de la vida, dar razón de su existencia y explicar el devenir
de la historia.Al final, el objetivo de la Ciencia y del Arte
es el mismo, y no es otro que el descubrimiento del
hombre solo en el centro de su búsqueda: ¿quién es esa
figura de barro a la que se le insufló el “soplo de vida”?,
¿de dónde nos trajo el viento?, ¿a dónde nos lleva el
tiempo? En esa búsqueda,“la ciencia y la poesía estarán
unidas en la salud y en la enfermedad hasta que la muerte
las separe” (L. García Montero).
Para terminar, quisiera volver sobre
Charlas de café
, un
libro que Cajal nos presenta como “una colección de
fantasías, divagaciones, comentarios y juicios, ora serios,
ora jocosos, provocados durante algunos años por la
candente y estimuladora atmósfera del café”. En cierto
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Pliegos de Rebotica
2019
Cajal no sólo dibujó neuronas; también pintó 1. Astrocitos (células del sistema nervioso central)
del hipocampo (estructura del cerebro) 2 La anatomía del oído interno. 3. Oligodendroglias, un
tipo de células que recubren las fibras nerviosas. 4. Cálices de Held (por su parecido con al cáliz
de las flores). 5. Estructura neuronal del cerebro de un pichón. 6. Células nerviosas de la glía.
7. Neuronas de Purkinje dañadas, en el cerebelo. 8. Inervación de la arteria carótida.