aromados acaso por un jazmín ceñido a su brocal.
Aquí nació el arte flamenco y no en la señorial
mansión en la casa moderna”. Pero esta es una visión
algo recortada. Para Ortega (siempre díscolo) “se
han visto florecer en un mismo clima las culturas
más diferentes, y viceversa, un misma cultura
atravesar climas distintos sin sufrir variaciones
esenciales en su estilo”; entonces el medio
geográfico no sería pues la causa de nuestros actos
sino un excitante. Pero la creación artística permite
al ser humano dialogar con el mundo. Por ello la
naturaleza expresada en el paisaje ofrece al hombre
la posibilidad de expresar sus manifestaciones
artísticas. Una relación cambiante y fértil y ya
perdida. Se funde naturaleza y espíritu; entorno y
hombre, de una forma racial, carnal, autónoma que le
hace resaltar al individuo. La diferencia con quien por
ejemplo pinta es que esa pintura es una abstracción,
una escena ajena, es el exterior desajenado. En la voz
del cantaor en el movimiento de las manos o en el
tremolar de la guitarra, vemos las formas,
imaginamos, pero también va implícita lo natural, la
naturaleza. Hay una interrelación muy evidente entre
naturaleza y artista en esos tientos que dicen:
Qué
pájaro será aquel/ que canta en la verde olive/ ve y dile
que se calle/ que su cante me lastima.
Aquí el cantaor
se siente arrebatado, interrogado por una escena
natural, el pájaro (tórtola o jilguero), el olivo, que
asocia a un dolor relacionado con el desamor y que
le produce un desgarro íntimo. Existe una sintonía
entre el artista y el referente simbólico, el pájaro, el
olivo. El flamenco convierte al mundo pues, al
entorno, en algo individual, lo entraña en el ser
humano, es algo carnal. El artista se sitúa ante el
entorno y le canta pero al tiempo está inmerso en
él, porque lo que distingue al ser humano es su
creatividad y crea a través de su genio y su intuición,
su anhelo por lo telúrico. Por eso el buen flamenco
une lo sublime con lo humano, su capacidad de
comunicar con el paisaje. El flamenco tiene la
cualidad de lo sublime, y esa sublimidad se adquiere
por contacto con la naturaleza, surge de ella, como
escribió Kant:“Lo sublime no es cualidad que reside
en el objeto, sino un estado mental, despertado por
un efecto exterior, en general de la naturaleza”. Por
lo tanto la observación se convierte en ejercicio
imaginativo y al tiempo poético.Y el paisaje del
flamenco es un paisaje cercano, pegado al cuerpo, no
es un paisaje de vastas extensiones, de grandes
montañas, de bosques interminables o alturas
inaccesibles. El paisaje del flamenco es básicamente
agro-ganadero y también marítimo.Y en ese hábitat
se produce la comunión con la naturaleza en el
propio ritmo del cante, del que surgió allende el
tiempo.Y hay algo de imitación de los sonidos del
campo en el cante flamenco y de su arboleda en el
baile. La danza, el baile, es de alguna forma una
constatación de la tierra que pisamos, un diálogo con
ella.Y el ritmo de las estaciones está vinculado a la
cultura musical de un pueblo, a lo arcaico. El
flamenco tiene mucho de arcaico, algo que también
muchos han querido desterrar de este arte y por
tanto degenerar. Esa identificación se puede dar en
cualquier otra expresión musical. Lo singular del
flamenco es la forma en que esa expresión se da en
un paisaje determinado y una expresión concreta
condicionada por ese paisaje que a su vez es un
ancestro de la estética flamenca.Y en esta
percepción del artista hay algo muy interesante pues
a través de su expresión flamenca y el significado de
sus palabras, el espectador está al mismo tiempo
recreando en su imaginación, en su interior, el paisaje
que se le ofrece. La conexión pues se ha
completado, aunque el propio Ricardo Molina nos
dice que “no se espere del cante una inspiración
paisajística. El cante va al detalle que magnifica:Y así
en las letras flamencas proliferan los pájaros, los
olivares u olivaritos, los cañaverales, los pinares y
pinos, las serranías y los madroños; las viñas y hasta
los pámpanos”. Pero también afirma que “temperie,
clima, suelo y paisaje operaron sin trabas sobre el
dual sujeto del arte flamenco”.Y resalta los que llama
cantes laborales: trilleras, pajaronas, temporeras; pero
más que paisajísticas son laborales aunque insertos
en la naturaleza.Y también hay nombres de palos
tomados de la naturaleza: alboreás, serranas, trilleras.
Porque para Alba Aude “el regreso del paisaje a
través del flamenco visto como manifestación
terrenal, simboliza una forma de re-unión con el
mundo, mientras permite comprender la tradición
como homenaje a la tierra”. ¿No tiene el rajo de la
garganta del cantaor, la sequedad remota de los
campos, de la tierra cuarteada y sedienta? Como
escribe el poeta sevillano Manuel Mantero en su
poema “EL Cante Jondo”:
Hondo cante del barranco/
lleno de amistad nocturna:/ el hombre, la fiera, el pájaro.
De la malagueña abierta al mar infinito, ad libitum, a
PREMIOS AEFLA 2017
12
P
liegos de Rebotica
2019