Revista Farmacéuticos - Nº Número - 132 Enero-Marzo 2018 - page 28

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Pliegos de Rebotica
´2018
¿
Q
ué puede aportar un farmacéutico al
estudio de La Celestina? Pues,
indudablemente, una visión
farmacéutica de la obra de Rojas y de
su principal personaje.
Pero, ocupado el territorio médico-farmacéutico por
brillantes y numerosos autores, me decidí por buscar
un resquicio en el de la Dermofarmacia y
Cosmetología, tan de moda siempre, desde las
primeras civilizaciones, y que tanto auge científico,
económico y social ha alcanzado en nuestros días.
Obviamente, hemos ido línea a línea, palabra a
palabra, caminando por la Tragicomedia inmortal y
seleccionando los términos de casi exclusiva
significación cosmética (digo casi, porque en algunos
es imposible separar la farmacia de la cosmética;
por ejemplo, en ungüento, tan empleada en ambas).
Y, así, al hablar de las “neguillas” diremos que
extirpa pecas y asperezas, para omitir que su
sahumerio extermina las pulgas, moscas y
mosquitos y lo mismo haremos con el “agua de
rosas” de la que dejaremos de mencionar su uso en
las crisis agudas de jaqueca. No obstante, citaremos
de forma anecdótica alguna acción no cosmética,
pero nada más. Recorreremos, pues, el campo de
los perfumes, de los afeites, de las aguas y aceites
para el rostro. El de la higiene corporal con los
aparejos para baño y el de la cosmética capilar con
sus lejías para enrubiar. Los tratamientos de cueros
y pieles. El uso de untos y unturas y hasta el de
dentífricos que empleaba en forma de polvos para
combatir el mal aliento. Sin dejar de visitar las
instalaciones y utensilios donde
preparaba sus “fórmulas y
confacciones”.
Destaquemos, antes de adelantar
acontecimientos, que siempre han
sido las mujeres particularmente
diestras en la confección de
medicamentos y cosméticos. Su
sensibilidad y su sentido de la
estética y de la belleza, así como su
minuciosidad, a ello han
contribuido.
A finales del siglo XV no habían
llegado todavía a Castilla las
Ordenaciones del gremio de
especieros, drogueros y boticarios
dadas ya en Aragón, Cataluña y
Valencia y, de hecho, preparaban medicamentos,
sujetos que actuaban libremente sin más traba que la
que imponía su leal saber y entender. La medicina era
eminentemente popular, rica en remedios caseros,
empíricos, mágicos y supersticiosos. Monjes,
charlatanes, particulares convencidos de haber
heredado preciosos secretos de familia como
bálsamos y ungüentos milagrosos, ejercían de
boticarios con cierta audacia y escasos
conocimientos.
Así las cosas y en este escenario se movería
Celestina como pez en el agua, teniendo siempre
presente que una de las actividades de esta singular
mujer era la de preparar cosméticos y remedios
caseros de esa medicina popular que se nutre del
inagotable acervo de la tradición oral de los
pueblos circunmediterráneos, expresado en
palabras de Laza Palacios. Si a ello unimos su oficio
(me refiero a su “oficio principal”) no nos debe
extrañar que fuera “maestra en fazer afeites” y
otras muchas cosas más...
Pármeno, hijo de su vecina y buen conocedor de
Celestina, de la que fue sirviente, la define ante
Calixto como “
una puta vieja alcoholada
” y este
segundo calificativo constituye la primera referencia
cosmética de la obra, pues el alcohol era el polvo
finísimo usado como afeite por las mujeres para
ennegrecerse los bordes de los párpados, las
pestañas, las cejas o el pelo. Hacíase con antimonio
o con galena (preferentemente con el primero),
mezclado con negro de humo perfumado. En “El
Tesoro de la lengua castellana o española” (el
“Covarrubias” de aquí en
adelante) se nos indica que “es un
cierto género de polvos finísimos,
que con un palito de hinojo
teñido en ellos lo pasan por los
ojos para aclarar la vista y poner
negras las pestañas y para
hermosearlos y agrandarlos”. (No
olvidemos que alcohol viene del
árabe “al – kull”, el colirio).
Parece ser, en cualquier caso, que
aquí se debe tomar como afeite
en general; como si Celestina
fuera “llena de afeites”.
Pármeno, avanzando el Auto
Primero y después de señalarla el
oficio de perfumera, insiste en él:
“y en su casa fazía perfumes”.
Ángel del Valle Nieto
Una Dermofarmacéutica medieval
La Celestina (I)
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