Revista Farmacéuticos - Nº Número - 132 Enero-Marzo 2018 - page 34

E
E
n su juventud, la genial autora de novelas
de misterio Agatha Christie tenía
vocación de enfermera, pero acabó
preparándose para el examen de la
Escuela de Farmacia con el fin de
elaborar preparados para médicos y químicos. Allí
aprendía cuestiones básicas para la detección de
venenos, como realizar el test de Marsh sobre el
arsénico. La interesaba especialmente este veneno
porque el arsénico fue el gran aliado de los
envenenadores a lo largo de la historia ya que
ningún médico estaba suficientemente preparado
para detectarlo. Hasta 1836 no se ideó un
método mediante el cual, un jurado podía decidir
una condena. El invento, de James Marsh, consistía
en convertir el arsénico encontrado en vísceras,
pelo o cualquier tejido corporal, en gas arsénico
que aparecía en forma de anillo negro con brillo
metálico sobre un receptor de porcelana. Hasta
entonces el arsénico siempre había eludido la
justicia. En 1851 el decreto sobre arsénico de
Gran Bretaña, impedía que se pudiera comprar de
forma libre y obligaba a mezclarlo con hollín antes
de venderlo.
Agatha manifestaba que siempre creyó que el
médico estudia un caso individualmente, elige la
medicación que cree adecuada y receta. Solo que
no lo hace en función del paciente sino de su
criterio particular.
La joven estudiante se preocupaba de medir las
sustancias con la
máxima exactitud y
observó que el
farmacéutico que la
dirigía repartía las dosis
en el frasco elegido, a
ojo. Sin medirlas ni
pesarlas excepto las
consideradas como
drogas peligrosas que sí
las medía con cuidado,
no así las
aparentemente
inofensivas.
Ella era una novata y
por lo mismo, ponía
interés en no cometer
errores y siempre pedía consejo al farmacéutico.
En su opinión, los peores casos de
envenenamientos por error eran cometidos por
farmacéuticos experimentados, porque están tan
familiarizados con lo que hacen, tan seguros, que
no lo piensan dos veces y no consultan con nadie.
Durante una guardia de domingo, se encontró con
un problema porque los que iban a examinarse
como ella, debían manejar tanto el sistema
ordinario de medidas como el sistema métrico
decimal. Siempre había una pregunta en el aire
“Esta solución es al 1% o al 1/00”. De
equivocarse, se equivocaban diez veces. Ese día se
dispone a elaborar unos supositorios supervisada
por el farmacéutico y es éste quien los coloca en
una caja y pega una etiqueta con el nombre del
medicamento al 1/00 y se marchó. Agatha sabía
que la concentración era mucho más baja, repasó
los cálculos y comprobó que su jefe había puesto
mal la coma. No podía enfrentarse a él porque no
hubiera admitido su error frente a una estudiante.
Además no se fiaba de que hubiera pesado la
sustancia como debiera. Así que hizo caer los
supositorios y los destruyó.
Este farmacéutico tenía un aspecto bonachón
pero ella le consideraba potencialmente peligroso.
Nunca le olvidó, como lo demuestra que
cincuenta años después concibió un personaje
basado en él para su novela
El misterio de Pale
Horse
..
Aprendió tanto de
venenos que en
muchas de sus
novelas de misterio
incluyó un
envenenamiento. En
el 60% de sus
novelas aparece una
víctima envenenada.
Entre otras, es el
caso de
Testigo mudo
magnífica novela con
el fósforo como
vehículo letal, un
veneno que se
detecta al apagar la
luz.
Un triste ciprés
y
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Marisol Donis
Pliegos de Rebotica
´2018
LOS BOTICARIOS
Agatha Christie
De venenos y envenenamientos
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