Revista Farmacéuticos - Nº Número - 132 Enero-Marzo 2018 - page 22

E
E
s mucho lo que se ha escrito sobre esos
últimos momentos de la existencia en los que
hombres y mujeres brillantes han dejado alguna
frase emblemática para la posteridad.A veces
cierta y a veces no, pero en general,“
ben
trovatas
”. En este artículo voy a comentar algunas de ellas
que a mi juicio y espero que el de ustedes, me han
parecido curiosas. La mayoría son conocidas pero espero
que haya algunas que les sorprendan.
Comentaba el doctor español que embalsamó a Evita
Perón a propósito de la coquetería de algunas mujeres
públicas y su deseo de permanecer en la memoria de sus
admiradores de la manera más atractiva posible más allá
de la muerte, que hablando con la doncella de la señora
Perón, le comentó que estando en sus últimos
momentos, su señora la pidió que la hiciera la manicura,
peinase y maquillase con el mayor cuidado porque:
–Cuando me vaya llegará mucha gente a verme y no
quiero defraudarles.
Aquella mujer tan hermosa, con su increíble mata de
pelo, conservaba en el límite de su estancia entre los
vivos su deseo de seguir bella aunque solo fuera en el
recuerdo de sus admiradores.
Otra mujer, gran actriz en este caso, Madeleine Brohan,
que tenía fama por su ingenio y su sentido del humor,
vivió los últimos años de su vida retirada en un pequeño
pueblo en las inmediaciones de París a causa de su
ceguera. Solía bromear sobre ello, afirmando que su
situación no era tan mala, ya que había visto en la vida
todo lo interesante y que ya todo eran repeticiones.
Incluso en sus últimos momentos bromeó al dirigirse a
sus familiares y decir: –No es necesario que os toméis la
molestia de cerrarme los ojos. Sería un trabajo inútil.
El gran humorista del siglo XIX Luis Taboada, siempre
bromeaba con el hecho de que a él solo le gustaba lo
mejor y no se conformaba con menos. Cuando estaba
muy mal, pidió la extremaunción y como rúbrica de su
acostumbrada broma, comentó refiriéndose a los santos
óleos: –Dile al cura que sean los mejores que tenga, que
son para mí.También Taboada, ya en
sus últimos momentos, soportaba a
uno de sus amigos, buena persona
pero que tenía merecida fama de
pesado. No deseando soportarlo
más, le dijo: –Perdone amigo, pero,
con su permiso, voy a entrar en
agonía.
Según dicen, murió antes de una
hora.
El también escritor español del siglo XIX,Ventura de la
Vega, estando rodeado de sus familiares y amigos
escritores, como dando rienda suelta al fin a lo que
pensaba aunque en literatura era una blasfemia, dijo:
–Amigos, me revienta El Dante.
Lo que nos recuerda la famosa frase de Galileo dicha
como desahogo tras tanto tiempo obligado a callar: –Y
sin embargo se mueve…
Pero también hay casos en los que podríamos decir que
al moribundo no le da tiempo a nada o simplemente no
está para frases. Que de todo hay. Cada uno es cada uno
y hay que respetarlo.
Es lo que le sucedió al artista veneciano Pietro Aretino,
mordaz donde los hubiera y famoso por su ironía rápida
y a veces cruel. Un amigo le contaba las aventuras
galantes de dos de sus hermanas que eran prostitutas en
Venecia. Pietro empezó a reírse con tanta fuerza
echándose sobre el respaldo de la silla en la que estaba
sentado que esta se cayó hacia atrás desnucándose en la
caída.
Se dice, aunque no sé si hay fuentes fiables que lo avalen,
a Fernando el Católico le vaticinó un adivino que moriría
en Madrigal donde el rey tenía una espléndida finca de
recreo.Ante tal posibilidad, el rey decidió cambiar de
destino y camino a otro lugar, murió en una choza de
Madrigalejo. Esta anécdota siempre me ha recordado esa
otra tan poética y filosófica de la Muerte y Samarcanda.
Hay quien se empeña en morir, con frase o sin ella,
aunque tenga que hacer cosas que rayen en la
extravagancia. Concretamente en este caso me refiero al
príncipe Dolgoruki y el general Zass que vivieron en la
corte de Pedro el Grande de Rusia. Este, harto ya de la
bárbara costumbre y deseando modernizar en algo las
costumbres, había prohibido los duelos bajo pena de
ahorcamiento.A pesar de todo, ambos enemistados
deseaban encontrar un método para llevar a cabo lo que
ellos definían como lavar el honor y encontraron uno
asombroso. Estaba entonces Rusia en guerra con Suecia y
se hallaban cercados en una
ciudadela por las tropas del rey
sueco. Decidieron que ambos se
pondrían en jarras en lo alto de una
almena y que el duelo concluiría con
la muerte de uno de ellos. De esta
manera, el príncipe fue abatido por
una bala de cañón. No me consta si
hubo o no hubo frase para la
historia.
Antonia Lis
De aquí a
la eternidad
Pliegos de Rebotica
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