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Pliegos de Rebotica
´2018
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Muchos de estos afeites y
confecciones son perfectamente
conocidos en la actualidad, aunque
están totalmente en desuso por sus
contraindicaciones o, simplemente,
por su ineficacia, mientras que otros
nos resultan desconocidos y de
fórmulas imposibles de precisar.Así,
conocemos el alcohol, el solimán, el
albayalde.
Pero de los otros afeites citados,
sabemos eso: que son afeites y
poco más, pues así es como se
recogen en Diccionarios y
Tratados, ¡cuando se recogen!. Por
ejemplo: leemos de argentadas que
es una especie de afeite que
usaban las mujeres; de bujelladas,
especie de afeite para el rostro; de clarimentes,
afeite que usaban las mujeres para lavarse el rostro,
etc., etc. Como vemos, nada específico. Si, el afeite
cocido se obtenía por fusión de varios simples; las
argentadas, en cuya composición entraba la plata,
se usaban para curar la sarna, mientras que las
unturillas y cerillas serían más bien excipientes que
afeites propiamente dichos, empleándose, además,
las segundas, para aumentar el brillo de los labios.
Pero poca cosa más.
Pese a todo, debemos destacar que estos afeites o
cosméticos son formas farmacéuticas; por lo tanto,
estamos en Dermofarmacia y que eran , insisto más
que Pármeno, conocidas y “dominadas” a la
perfección por Celestina.
Decir, para terminar este apartado, que el albayalde
o cerusa es un carbonato de plomo muy empleado
para blanquear el rostro y las manos y para
fabricar el ungüento blanco de las alforjas de
Sancho, ese ungüento que “para todo vale y para
nada aprovecha” y que el solimán es un compuesto
de mercurio, el sublimado
corrosivo, el veneno por
excelencia.
Del solimán se prepara una muy
famosa suerte de afeite, llamada
“solimán adobado”, nos dice el
doctor Andrés Laguna (1494;1560)
en sus comentarios al Dioscórides,
“el cual tiene tanta excelencia que
las mujeres que a menudo con él
se afeitan, aunque sean de pocos
años, presto se tornan viejas, con
unos gestillos de monas arrugadas
y consumidas, y antes que les
cargue la edad, tiemblan las
cuitadillas como azogadas, porque
sin duda lo son, visto que el
solimán solamente del azogue
difiere en esto, que es más
corrosivo y mordaz, por donde,
aplicado al rostro, extirpa las señales
y manchas de él, empero juntamente
deseca y consume la carne”.
Del solimán dice otro autor que “
lo
usaban las mujeres para palidecer el
rostro, pagando mañana la blancura de
hoy con el encogimiento del cuero (de la
piel) y la podredumbre de los dientes
”.
Este solimán se llamó “
cedusa
” en el
Siglo de Oro y era una tintura de
fondo sobre la cual eran aplicados
el color rosa y el bermellón o polvo
de cinabrio.
Del albayalde y del solimán escribe
Laguna: “Siendo (el albayalde) administrado en afeite,
de hermosas vuelve furias verdaderamente
infernales.(...). Mas gracias sean dadas a Dios que
nuestras damas de España (él, que había viajado por
toda Europa) son de sí tan hermosas, que no tienen
necesidad de curar el rostro, si no es con un
poquillo de solimán adobado”. Era, pues, el solimán
uno de los afeites más universales y más
naturalmente utilizados. El propio Fernando de Rojas
así lo contempla en esta respuesta de Melibea a su
madre:
–“Hija Melibea, ¿qué quería la vieja?”
–“Señora, venderme un poquito de solimán”.
“Hace solimán”, destaca Lucrecia de entre los
treinta oficios que atribuye a Celestina y ésta
misma ya vimos que lo llevaba en su faltriquera.
Pero, ¿qué es un afeite? Porque mucho hablar de
ellos y todavía no los hemos definido, aunque
todos los conozcamos. “Es el aderezo, dice
Covarrubias, que se le pone a alguna cosa para que
parezca bien, y particularmente el que las mujeres
se ponen en la cara, manos y
pechos para parecer blancas y
roxas, aunque sean negras y
descoloridas”.Y, por ende,
afeitarse es aplicarse afeites.
Los afeites son cosméticos, son
todo remedio imaginado para
hacer la piel más bella, para
conservar la frescura del cutis,
para teñir los cabellos, las cejas,
etc.
Se llama afeite, señalemos por
último, a todo aquel producto que
las mujeres y algunos hombres
utilizan para embellecerse, para
imitar los colores de la juventud o
repararlos de forma artificial.
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(continuará)