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Pliegos de Rebotica
´2018
Vienen como disparos desde inmensas
galerías del alma:
desde lejanos sones, confundibles
sonidos, casi arrullos, silbos, ecos.
Nos llegan desde ignotos
momentos del pasado.
Son cual neblinas, brumas
hojarasca de otoño, polvo, sombra.
Ya apenas dan imágenes;
el trazo del ayer difuminado
hacían cambiantes nubes,
grises, opacas líneas.
El color, la figura, la presencia
de qué concretamente y en qué día.
Jardín en abandono
donde un aroma, un pétalo
persisten como gritos en el valle
Memorias, sí, memorias cual esencias
de remotos confines,
linderos con la muerte.
Más que punzada aún, qué mordedura
de vez en cuando esa
fragancia ya perdida.
Esta es la selva, amor. Por ella vamos,
desbrozando y talando vegetales,
negrura donde bienes como males
se derriban al tiempo que avanzamos.
Y es el safari, amor, en que gritamos
al punto en que aparecen animales
o sombras simulando como tales,
fantasmas por el miedo que llevamos.
Hay que entrar y salir, de tal manera
que el camino se logre a la medida
de mi cuerpo y tu cuerpo solamente.
Que todos los demás se queden fuera
y busquen otra ruta, sí atrevida
también con su león y su serpiente.
Tú y yo por los acosos de la vida,
y al fin, sencillamente,
hallarnos frente al sol y sin herida.
Benditas los que sueñan contra todo
que no solo hacia el pan derraman sus sudores
o que toman sustento de imposibles.
Bendito el que da norte a su nave
por la ruta dorada, el que enajena
de toda realidad cualquier contorno
y que sabe ceñirse a cuanta nube
escoltándonos va lo inaprensible.
Que lo infinito es cual suave pista
por que saltar el tiempo limpiamente.
El puñado de barro - ya lo sabes-
tiene la eternidad en la frontera.
La madeja del tiempo hace Ulises divinos,
en tanto acuden muertes de sueños mal hilados
por Penélopes torpes y agotadas.
NUESTROS POETAS
María de los Reyes Fuentes
