Revista Farmacéuticos - Nº 129 - Abril-Junio 2017 - page 6

libertad a la desidia, del compromiso a la
esclavitud, solo hay un paso.
¿Qué ha ocurrido? Probablemente que hemos
despertado. Que a la persona que hemos
amado, a la que tenemos enfrente, no la hemos
visto realmente como es. Hemos proyectado
sobre ella nuestros propios sueños, nuestra
identidad más oculta, nuestras esperanzas más
deseadas, nuestras determinaciones más
profundas.Y cuando descubrimos la verdad,
cuando la carcoma invisible muestra sus efectos,
se plantea el nudo y el desenlace de la obra,
casi a la vez. ¿Tragedia, comedia, drama? Es ese
el momento en que realmente la historia tiene
interés.
Cuando era niña me preguntaba que pasaba
después de que el príncipe y la doncella se
casaban. Eso de “fueron
felices y comieron
perdices”, no me
acababa de convencer.
De mayor, he sabido
que es a partir de
ese instante
cuando
realmente
comienza el
cuento, la
aventura.
Abiertos por
fin los ojos,
puede que la fuerza de
la unión
continúe
sustentada
en la
admiración, la
ternura, la
costumbre o
incluso la
compasión. Existirá
el futuro de la
pareja, con un cierto viso de
felicidad. Pero si aparecen los
cuatro jinetes del Apocalipsis, la
incomunicación, el desprecio, la
crítica constante, y la falta de deseo,
la condena está firmada. Porque no
nos engañemos: una realidad basada en la
responsabilidad, el respeto, y el futuro
compartido, es una relación a la que se
puede llamar contrato, sociedad,
acuerdo… pero no amor.
Tal vez, y visto lo visto, lo
mejor y más pragmático sería firmar un
documento de consentimiento informado, al
modo del que se cumplimenta antes de una
intervención médica. Saber lo que puede pasar,
conocerlo, aceptarlo, asumir el riesgo, pero al
mismo tiempo tener una opción a la que
recurrir llegado el momento, y dar un paso
atrás. Sería este consentimiento informado
también en el amor, más operativo que el
divorcio traumático y las rupturas agresivas que
a veces hieren y a menudo matan.
Consentimiento informado ¿también en el
amor? Si. Rotundamente.
Pero si les repugna el resultado de este balance,
si prefieren algo menos premeditado y más
rentable, pueden cambiar de opinión al
principio, antes de comprometerse. Al estilo de
Groucho Marx:
“Bailaría con usted hasta que las ranas críen
pelo. Mejor pensado, prefiero bailar con una
rana hasta que usted críe pelo.”
Existe una tercera opción: un razonable y
satisfactorio juego a tres. O incluso que uno o
los dos eslabones de la cadena, oculten una
trastienda llena de repuestos, con la muda e
implícita aceptación de todos los implicados. La
pasión, el sexo, se convertiría así en el bálsamo
que permite que el engranaje ruede, que el
rozamiento disminuya. No sé. ¿Será verdad
como dijo en una ocasión Robert Louis
Stevenson que lo que sucede en diez minutos
es algo que excede a todo el vocabulario de
Shakespeare?
Tal vez, solo tal vez, todo sea válido. Porque ya
saben lo que decía Paracelso:
“El veneno está en la
dosis.”
¿Y ustedes que
piensan?
Pues
eso.
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