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a niña Angelita observa tras la ventana de su ha-
bitación la calle desierta en un día gris y oscuro.
Después de llover incesantemente durante la no-
che, el gotear lento, menudo y sin tregua de la
mañana, había cesado. O quizás sea un día lumi-
noso y sus ojos azules solo quieran ver oscuridad. Se mi-
ra en el espejo y advierte la ausencia de brillo en sus pu-
pilas, mal vestida y peor peinada. El efecto conseguido con
esa imagen sirve de fuente de inspiración, se acerca al ca-
ballete y comienza a garabatear, siluetear. De esos días sa-
len de sus pinceles un autorretrato, y un paisaje:“calle de
Valladolid” y curiosamente la calle que vio solitaria y gris,
aparece ahora llena de color. Como si los pinceles se ne-
garan a obedecer a su mente.
La niña Angelita se asfixia en el Valladolid de 1928, pero
también se asfixiaba en el blanco y luminoso colegio de
Sevilla en sus años de internado. Sus padres siempre de
aquí para allá cumpliendo los destinos de un Agente de
Aduanas. Ahora toca Valladolid y para una niña-mujer de
17 años es enterrarla en vida. De nada sirve que esa ciu-
dad tenga una activa vida cultural. Ella se ahoga y no quie-
re respirar más aire que el de su propia habitación.
Dedica el tiempo a pintar de forma compulsiva cuadro
tras cuadro con ingenuidad de mano inexperta. Paisajes,
retratos, así hasta cuarenta, que luego esconde o regala.
A ratos lee poesía, a ratos toca el piano. Monotonía y te-
dio. Siempre lo mismo. La gente murmura, la ven extra-
ña, “rarita”.
Lee con avidez textos de Juan Ramón Jiménez y cae en
sus manos el poema “ALBA”:
Se paraba la rueda de la noche
Vagos ángeles malvas
apagaban las verdes estrellas
Una cinta tranquila de suaves violetas
abraza amorosa a la pálida tierra.
Suspiraban las flores al salir de su ensueño
embriagando el rocío de esencias
Y en la fresca orilla de helechos rosados,
como dos almas perlas descansaban dormidas
nuestras dos inocencias.
¡ Oh que abrazo tan blanco y tan puro!
de retorno a las tierras eternas.
Y llega la inspiración. En un arrebato de niña mimada sien-
te la necesidad de plasmar en un cuadro gigantesco to-
do lo que bulle en su cabeza, de llegar a Marte aunque
solo sea con la imaginación. Ella, que no quiere salir ni via-
jar, ni conocer personas, ni ver su calle. El padre, siempre
complaciente, compra dos lienzos que une por el centro
quedando de 3x3 metros y ella lo llena de cosas, ríos, es-
caleras, ciudades, extraterrestres.Trabaja con la meticulo-
sidad del obsesivo, viviendo fuera de la realidad. Solo pien-
sa en esa pintura. El resultado final es un lienzo
inquietante, sorprendente, fruto quizás de su alterada
mente. Seres sin pelo y sin orejas con ojos huecos y otros
seres más pequeños que cogen la luz del sol con una tea
y encienden las estrellas.Ángeles que transitan en un mun-
do cuadricular sostenido en un universo de escaleras que
llegan al sol. Una obra surrealista sin haber copiado a na-
die, pero impuesta ya en los recursos del color. Surrea-
lismo intuitivo e ingenuista, según los expertos, lleno de
imaginación. Lo titula “Un Mundo”.
Se presenta con esa obra en el Salón de Otoño de aquel
año. Críticas entusiastas y el mundo a sus pies. Conoce a
intelectuales, artistas. Con 17 años es considerada un ge-
nio. Solo que, no se siente cómoda en las peñas de artis-
tas, no tanto como para frecuentarlas.
Continúa pintando. Su cuadro “Tertulia”, hiperrealista, co-
secha grandes críticas, lo mismo que “Niña muerta vela-
da por tres amigas”.
Pero no es feliz, su espíritu libre no se adapta al ambien-
te mediocre, tiene alma de bohemia y por lo mismo es
rabiosamente individualista y no aprecia la vida holgada
Marisol Donis
Alas rotas
(La anécdota que da pie a
este relato parte de un hecho real)
LOS BOTICARIOS
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Autorretrato-Ángeles Santos
Portbou, Girona, España, 1911
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Pliegos de Rebotica
´2016
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