NUESTROS POETAS
        
        
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          Carlos María Pérez Accino
        
        
          EL ÁNGELUS
        
        
          El aire de la tarde
        
        
          iba en ondas de graves campanadas.
        
        
          Dentro del convento gótico,
        
        
          la música gregoriana
        
        
          entreverada de incienso
        
        
          ascendía a la parte alta
        
        
          de la bóveda y la piedra
        
        
          con devoción la empapaba.
        
        
          Mientras fuera, en una grieta
        
        
          de la ennegrecida tapia
        
        
          callada y sencillamente,
        
        
          la pequeña flor estaba.
        
        
          EL POEMA NO ESCRITO
        
        
          Como un callar de cantares,
        
        
          como el eco presentido
        
        
          de las viejas catedrales.
        
        
          Algo como una caricia
        
        
          que se quedase en el aire
        
        
          temblando, porque naciera
        
        
          sin ir dirigida a nadie.
        
        
          Sólo un nebuloso ensueño
        
        
          y un no querer despertarse.
        
        
          Bello y libre, sin fronteras
        
        
          materiales, como un ángel.
        
        
          Lo veo, lo llevo en la sangre
        
        
          casi sin saberlo. Lo oigo
        
        
          como un cantar de cantares.
        
        
          AUSENCIA
        
        
          Cuando yo os abandone no vayáis
        
        
          a llorar ante mis pobres huesos.
        
        
          Yo no estaré allí ya, un viento suave
        
        
          -polvo de Dios- me alejará del tiempo.
        
        
          Sé que me llevará, no preguntéis adonde,
        
        
          es posible que al sitio del que vine
        
        
          y el que traje esta obsesión de luces
        
        
          de versos limpios y aroma de jazmines,
        
        
          de amista y de amor que yo no supe
        
        
          transformar en humanas realidades.
        
        
          No vayáis a llorar ante los restos
        
        
          vacíos ya de mí, escorias minerales.
        
        
          Levantad vuestra vista hacia lo alto
        
        
          y sonreíd al árbol y a la nube,
        
        
          al pájaro, a la flor, a todo aquello
        
        
          que amé puro y que quizá no tuve
        
        
          por mi propia torpeza. Sonreídme,
        
        
          sonreídme en el niño que inocente
        
        
          aprende a ser, mientras mi Dios me enseña
        
        
          el amor, incansable, nuevamente.
        
        
          No lloréis. Sonreíd a mi recuerdo.
        
        
          No ahoguéis con las lágrimas vertidas
        
        
          a un hombre que fue siempre
        
        
          mendigo de sonrisas.
        
        
          
            La reminiscencia arqueológica del Ángelus de Millet. Salvador Dalí (1935)
          
        
        
          EL VALLE DE SOLÁN
        
        
          Letanía de pinos en las crestas
        
        
          limitando el azul que cubre el valle.
        
        
          Trayectoria del águila soberbia
        
        
          rubricando en su vuelo lento, ingrave,
        
        
          el poema divino de la vida.
        
        
          Filtro de sol, los árboles enhiestos
        
        
          parecen dibujar en las laderas
        
        
          la genial partitura de un gran himno
        
        
          milenario, compuesto de mil voces,
        
        
          del rumor de mil vidas, de las aguas,
        
        
          del aire entre las hojas.
        
        
          Es un cáliz inmenso del que parte
        
        
          en un tono menor un melodioso
        
        
          reflujo de creación hacia la altura.
        
        
          Como un eco de Dios que así volviese
        
        
          en un acto de amor hacia su origen.
        
        
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          Pliegos de Rebotica
        
        
          2016
        
        
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