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ivían en un edificio lineal y
paralelepipédico, más ancho que alto y
con un cuerpo central enmarcado entre
dos torres escasamente esbeltas y en el
que las viviendas se distribuían
horizontalmente en períodos y, verticalmente, en
columnas con lo que se facilitaba la perfecta
distribución del vecindario.
El edificio como tal era estéticamente horrible,
pero, eso sí, vivo y funcional y, tan exactamente
concebido y diseñado, que su “arquitecto, el ruso
Mendeleyeff, había previsto hasta el nombre de los
futuros inquilinos de las viviendas por él
establecidas muchos años antes.
Los moradores del feo y ordenado caserón se
llamaban elementos y se agrupaban por afinidad,
por amistad, por semejanza, por familiaridad en
diversos grupos: Gases Nobles, Metales,
Nometales, Halógenos,Anfígenos, etc.Y, excepto
los primeros, indiferentes a los demás por sus
completos y perfectos niveles electrónicos, y los
llamados metales nativos (oro, plata, cobre,…)
todos se combinaban de alguna manera entre sí.
Era un vecindario, ¿cómo diríamos?, interactivo;
eso, interactivo. Parecía el patio de “la verbena de
la Paloma”, químicamente hablando…
Los dos primeros inquilinos (digo, elementos) de la
columna cuarta, escalera b, período tres y período
cuatro, eran particularmente abiertos a la
combinación con los demás y su trato resultaba
siempre afable, no negando nunca sus electrones a
quién quisiera compartirlos.
En el período tres vivía el señor Carbono y en el
cuarto, justo debajo, habitaba el señor Silicio, (del
latín
sílex
) tan
comunicativo y
extrovertido que
no podía vivir
solo ni libre y
aparecía siempre
combinado con
un elemento, el
Oxígeno, (junto con él, el elemento más abundante
en la corteza terrestre) con el que formó una
sociedad, la Sílice, a la que algunas veces visitaban
los óxidos metálicos, unos tipos brillantes,
optimistas y alegres que conseguían transformarla
en cerámica, loza, porcelana y, si se calentaban
demasiado, hasta en vidrio…
El señor Carbono ocupaba una posición
importantísima, fundamental y trascendental entre
el vecindario que le respetaba y estimaba
sobremanera pues, no en vano, era la base de la
“Química de la vida”. Pero es que, además, sus dos
variedades era utilísimas al hombre y muy
apreciadas por éste: el Diamante y el Grafito. El
primero, puro, purísimo, impoluto, inmaculado,
intacto, incorrupto, duro, transparente,
estimadísimo, inatacable, casi intratable en su
superioridad, solamente se entregaba a las mujeres:
coronando su testa, refulgiendo en la voluptuosidad
de su cuello, rodeando suavemente su muñeca,
haciéndose marioneta en su oreja…
El Grafito, por su parte, es el impuro de la familia y
su orgullo, por ello, esta lleno de resentimiento:
untuoso, gris, opaco, suave, feo en una palabra, pero
llevando en el origen griego de su nombre (
grafein
)
su aportación inestimable a la escritura.Y, por si
fuera poco, a la construcción de reactores
nucleares como reflector de neutrones, lo que
elevaba su ego a las más altas
cumbres de la vanidad.
El Carbono 14, recientemente
incorporado a la familia, había
puesto de manifiesto sus aficiones
artísticas y documentales y realizaba
profundísimos estudios sobre la
edad de cuadros, libros, papiros, etc.,
etc.
Ángel del Valle
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Pliegos de Rebotica
´2016
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Carbono y Silicio
(Narración químico-inorgánica)