que le regalan, día a día, sus padres. En su cabeza se agi-
ta la idea de evadirse del ambiente que la rodea, donde
critican que ese tipo de pintura no sea lo más apropiado
para una señorita, y escribe a un amigo: “Esta tarde me
marcho a un largo paseo. Me bañaré en un río con los
vestidos puestos ¡qué contenta estoy, de dejar, por fin, el
baño civilizado en bañeras blancas!, y después me iré por
el campo huyendo de los que me quieren convertir en
un animal casero”.
Salió de casa y corrió hacia el río, de donde la sacaron
horas después. La noticia de su huída y posterior encuen-
tro en la orilla, cayó como una bomba. Todos los datos
referentes al caso se enredan y complican porque cada
uno da una versión distinta de lo ocurrido. Sus padres la
internan en un sanatorio mental, con el prestigioso psi-
quiatra Pedro de León García al frente. Este gallego de
Monforte de Lemos llegó a Madrid para ejercer su carre-
ra y al poco tiempo le tocó la lotería. Con el dinero com-
pró unos terrenos rodeados de descampados y cuarte-
les, construyendo un hotelito que sería el sanatorio
mental más famoso del Madrid de 1917, año de su inau-
guración. Ocupaba el centro del entonces llamado Paseo
de la Reina Cristina (hoy Glorieta de Mariano de Cavia).
Allí permaneció Angelita durante poco más de vein-
te días, suficientes para romperle las alas, privándola
de su derecho a la libertad. Nunca más volvió a ser
la misma. Angelita se convirtió en Ángeles ya para
siempre. Tal vez se sintiera herida y ofendida durante
años por una privación de libertad injustificable.
Deja de pintar. El caballete permanece vacío, sin lien-
zo. Y así durante años. Dejó de proyectarse hacia el
futuro utilizando la imaginación, la simple fantasía.
Su admirado Juan Ramón Jiménez escribiría sobre ella:
“Alguien se acerca curioso a un lienzo y mira por un ojo
y ve a Ángeles Santos corriendo gris y descalza a orillas
del río. Se pone hojas verdes en los ojos, le tira agua al
sol, carbón a la luna. Huye. Va. Viene. Va. De pronto sus
ojos se ponen en los ojos de las máscaras pegados a los
nuestros. Y mira, la miramos. Mira sin saber a quién. La
miramos. Mira”.
Cuando volvió a la situación en que antes estuvo, de tan-
to en tanto, ya esposa y madre, animada por su marido
cogió los pinceles y salían de su cabeza jarrones, retra-
tos, que se materializaban en el lienzo con una técnica
impecable pero como cualquier jubilada carente de ima-
ginación. Ella reniega de su anterior etapa, su universo es
otro y ahora sus telas cambian de estilo, se llenan de co-
lorido.Vuelve a exponer.
¿Qué pasó en su adolescencia para que después sufriera
esa transformación? Como escribiera Emilio Carrere so-
bre la bohemia: “El bohemio vaga por las nubes en una
encantadora inconsciencia, y un día se cae de cabeza des-
de una estrella muy distante.Y le recoge en su última ca-
ída el lecho frío, de desastre, de un hospital”
Posiblemente Ángeles Santos quiso reinventarse, torcer
rumbos diseñados por otros, y fabricar su propio desti-
no.Tuvo al fin una vida larga y tranquila, falleciendo ya cen-
tenaria en 2013 en su casa de las afueras de Madrid, jun-
to a su hijo.
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NOTA: El cuadro “Un Mundo”, de Ángeles Santos está expuesto en
el Museo Reina Sofía de Madrid. Solo, en un pasillo de la segunda
planta sin otros cuadros a su alrededor, porque necesita contem-
plarse así y restaría protagonismo a otros de menor tamaño..
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Pliegos de Rebotica
´2016
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LOS BOTICARIOS
El psiquiatra Pedro de León García y el sanatorio mental más famoso del
Madrid de 1917, año de su inauguración.
Angeles Santos, La niña muerta
Ángeles Santos,Un mundo1929 (Valladolid)