Revista Farmacéuticos - Nº 124 - Enero/Marzo 2016 - page 13

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Pliegos de Rebotica
2016
S
Aurora Guerra
S
e apagan las luces de la sala del
cinematógrafo. Un instante de silencio, y la
música aparece lenta y progresiva,
creciendo en el susurro como el jadeo de
las olas de un mar fatigado. Inspiro hondo,
me conecto al respirador de lo fabuloso, y vestida
de luto, viuda por unas horas de mi misma, de la
que fui, reconozco, mientras veo películas de su
vida, mi pecado adolescente aún irredento: amo a
Michael Jackson.
Amar a un artista, confesarlo con la desvergüenza,
el descaro y la inocencia de un niño, es propio de
un fan. Aunque en su origen esta palabra proviene
del inglés “
fanatic
”, en español, “fanático”, el
Diccionario de la Lengua Española la define
de una forma menos extremista. “Fan:
admirador, seguidor de alguien, entusiasta
de algo”.
Parece por tanto que la condición
inexcusable para ser un buen fan es
tener la capacidad de admirar. Mirar con
ojos sorprendidos, iluminados,
devotos, reverentes.
Admirar.Y amar. Un verbo tras
otro. Si no admiramos, no
amamos. Tal vez tengamos
cariño, solicitud, afecto
indestructible. Pero el amor, el
verdadero amor, implica ser
un buen fan.
Ser fan del esposo, de la
madre, del hermano, es
peliagudo.
El acostumbramiento, la rutina,
la certeza de las respuestas y
actitudes arrasa la capacidad de
sorpresa. Sin embargo, aquellos que
están lejos, los artistas, los habitantes de
la dimensión de la gloria, son excelentes
candidatos al embeleso.
También es espinoso ser fan de uno mismo. La
autoestima, enardecida por unos y denostada
por otros, es la base de esa necesaria y
beneficiosa admiración. No se trata de
enorgullecerse falsamente, sino de ser agradecidos
a la propia vida, porque quien la sonríe, acaba
encontrando la sonrisa correspondida.
Cada vez que veo de nuevo el documental “
This is
it
” acerca de los ensayos de su ultimo recital no
estrenado, comprendo aún más, porqué Michael es
un ser extraordinario. Supe que viajó durante su
corta existencia buscando una identidad que se le
mostraba esquiva. El niño que acarreaba en su
interior le hacía el más solitario de los humanos.
Solo se transfiguraba, solo salía del infierno de su
cielo, cuando ocupaba el escenario por completo,
con sus gestos a mitad de camino entre la
provocación y la entrega, con esa fuerza
irrepetible, excepcional, inconmensurable,
más propia de un espíritu alado que de
un hombre. Tenía una fuerza heroica,
creadora, dirigente. Pero a la vez era
frágil, delicado, indefenso. Un cruce ente
el poder y la gloria, el desvalimiento y el
desamparo, la plenitud y el deseo.
Aunque otros lo han hecho, yo
no le juzgaré. ¿Acaso se atreve
alguien a ser el portador de la
conciencia ajena? Por el
contrario, siempre recordaré
a aquel ángel sin sexo que
cruzó bailando por el
paisaje de mi existencia,
arrastrando mi alma a un
abismo inverso, en el que
mi cuerpo se perdía cogida
de su mano.
¿Demasiado exaltada? Bueno.
¿Y qué? Las pasiones forman
parte de la vida.
¿No creen?
Pues eso.
Ven a vaciar tus copas de sol
en mi camino.
Pablo Neruda
Puntadas con hilo
Michael Jackson
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