E
P
de Rebotica
LIEGOS
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n la historia del Reino Visigodo de Toledo, sucedió
que al morir Atanagildo, a finales del año 567, le
sucedió su hermano Liuva (567-572) quien a los
pocos meses de su elevación al trono, designaba
como sucesor suyo a su otro hermano Leovigildo y le
confiaba con plena autoridad el gobierno de
Hispania, quedando él únicamente como regidor de la
Galia Narbonense. Leovigildo, al morir Liuva, asoció
al trono a sus dos hijos, Hermenegildo y Recaredo,
que había tenido con su primera mujer, conocida
como Riquilda, princesa franca, católica en su fe. Al
enviudar, Leovigildo contrajo segundo enlace con
Goswinda, viuda de su hermano Atanagildo, mujer
que ha pasado a la historia como dominante y muy
dada a intervenir en los asuntos políticos de estado y
de un gran fanatismo religioso.
La expansión territorial de los visigodos por
Hispania conllevó el deseo imperioso de la
unificación política, religiosa y legal. Leovigildo
(569-586), el último gran rey arriano, fue plenamente
consciente de actuar en todos estos frentes para lograr
la tan anhelada unidad. El reinado de Leovigildo
representa, sin duda, el periodo de máximo esplendor
de la monarquía visigoda hispánica, debido,
precisamente, a su concepción, en cierto modo,
integral de la misma, aunque para alcanzar dicho
objetivo era
imprescindible
realizar la triple
unidad política,
espiritual y jurídica.
Dicho de otro
modo: un solo
reino, una sola
religión y una
misma ley para
todos.
A la unificación
de la dualidad de
religiones,
ciertamente, punto
básico para la
convivencia normal
entre visigodos e
hispanorromanos,
se enfrentó, en
primera instancia,
Leovigildo, por el
bien intencionado
procedimiento de la conciliación, empero sin
desprenderse, paradójicamente, del autoritarismo
religiosos que caracterizó a los reyes visigodos
arrianos. Dictó una severa política persecutoria que
desencadenó trágicas consecuencia, entre otras, la
ejecución de su propio hijo Hermenegildo.
Leovigildo, con relación a sus hijos, siguió en
todo momento la política convenida de enlaces
matrimoniales entre príncipes visigodos y francos,
con miras inequívocas a conservar los dominios
rentables de la Narbonense (en la Francia actual). A
este respecto, solicitó en matrimonio, para su hijo
Hermenegildo, a la princesa Ingunda, católica, hija de
Sigeberto, rey de Austrasia (Galia) y Brunequilda
(hija ésta del primer matrimonio de Goswinda) y, por
tanto, nieta y nuera de Goswinda. El enlace se
celebró el año 579.
La abuela, Goswinda, era arriana extrema y
fanática que no dejó de luchar incluso por la fuerza
para que su nieta, Ingunda, fuera rebautizada en el
arrianismo, aunque no lo consiguió. Esta
circunstancia, ciertamente grave en la corte visigoda,
desencadenó importantes desavenencias domésticas
entre los miembros de la familia real que llegaron,
incluso, a los oídos de los reyes francos. Para evitar
males mayores, Leovigildo tomó una decisión
drástica: alejar de la corte a su hijo Hermenegildo.
Sin más, nombró al príncipe Hermenegildo
gobernador de la Bética, quien, con su esposa,
Ingunda, se instaló en Sevilla. Medida que resultó
inútil, pues a la larga resultaría perjudicial, al
precipitar los acontecimientos de las reyertas
familiares,
domestica rixa
, según los cronistas de la
época.
No transcurrió mucho tiempo en Sevilla, cuando
Hermenegildo, seducido por los consejos de su
esposa católica y el concurso en el mismo sentido del
metropolitano Leandro (futuro San Leandro), tomó
una decisión de enorme repercusión: abjuró del
arrianismo y abrazo al mismo tiempo la fe católica.
Recibió el sacramento de la confirmación, porque ya
había sido bautizado por el rito arriano, en el que fue
llamado Juan, aunque en público siguió atendiendo
por Hermenegildo. El hecho de la conversión tuvo de
inmediato sus consecuencias, pues la población
hispanorromana católica intuyó en el príncipe
visigodo una especie de símbolo y guía frente al
arrianismo oficial. La Bética era la provincia de
Hispania más profundamente penetrada por el
Joaquín Herrera Carranza
San Hermenegildo
rey de la Bética (I)
Hermenegildo. El lienzo, pintado por
Carreño de Miranda, se encuentra en el
Museo de Bellas Artes de Asturias.