E
l culto a las aguas en la Península
ibérica es un fenómeno bien documentado desde
tiempo inmemorial. En ocasiones nuestros
devotos ancestros arrojaban al agua diversos
tipos de exvotos y abrigaban la secreta esperanza
de satisfacer a las divinidades acuáticas, quienes,
al aceptar las ofrendas se sentían obligados a
satisfacer los deseos de los oferentes. O al
menos, así lo creían nuestros más remotos
antepasados.
El agua fue en la religión de los pueblos
hispanos prerromanos, un poderoso y piadoso
factor de culto. Pero también un potente agente
terapéutico y mágico, hogar de divinidades
adoradas y queridas habitualmente como temidas
y ocasionalmente vilipendiadas. Los efectos
medicinales, curativos y paliativos del agua
cautivaban a las gentes de la época (y de todas
las épocas, por qué no) en los cuatro puntos
cardinales de la Península y les empujaron no
solo a indagar y descubrir la curación de sus
dolencias mediante ofrendas acuáticas, sino a
agradecer dichos efectos hidroterapéuticos y
beneficiosos a los responsables y causantes, que,
sin atisbo de duda, eran aquellos dioses que
moraban en ríos, arroyos, manantiales y lagos.
La tradición acuática de los pueblos hispánicos
ha permanecido intacta a lo largo de siglos y
siglos, e incluso hoy en día somos muy
aficionados “a tomar las aguas”. Los
manantiales suelen tener un aura de misterio,
jamás dejó de poseerlo, que quizás conecta con
el modo en que el agua brota de las rocas de
manera maravillosa y sugerente. Desde la Baja
Edad Media, probablemente recogiendo
tradiciones antiquísimas, se constata un
topónimo muy extendido por la geografía
española, el “pozo airón”, especialmente en la
Meseta, cuyo significado es “pozo o sima muy
profunda”. Airón fue divinidad céltica del
inframundo, allá donde iban a parar las almas de
los fallecidos en las creencias precristianas. Pero
también del inframundo emerge la vida. ¿De qué
forma? Como beneficiosa agua y saludable
vegetación. Quizás la desbocada devoción
hispánica por fuentes, simas y pozos profundos
naturales proceda del culto a deidades como el
viejo Airón. El agua es vida, el agua es cura.
Hidroterapia para ser exactos, puesto que este
concepto engloba uso del agua y objetivos
sanadores y paliativos, cuyos efectos son
consecuencia de la temperatura y de la presión
con se aplica el agua sobre los cuerpos.
Etimológicamente, hidroterapia es resultado de
la fusión de dos palabras griegas:
Hydro
-
yapo
-
agua y
Therapia
-curación. Es la ciencia o el arte
de sanar o aliviar enfermedades y lesiones óseas
y musculares mediante aplicaciones de agua,
saturadas a una concentración variable de sales
minerales beneficiosas para la salud, un agua
concentrada que mana de las profundidades de la
tierra. Los tratamientos hidroterapéuticos se
aplican de diversas maneras: baños, duchas,
chorros, lavados, abluciones,…Todas igual de
placenteras.
H
idroterapia y
termalismo ancestrales
Diego Salvador
P
de Rebotica
LIEGOS
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