Revista Farmacéuticos - Nº 112 - Enero/Marzo 2013 - page 34

N
acieron iguales con
apenas unos minutos de
diferencia, sin embargo,
desde su más tierna infancia
parecían diferentes. Sus
rasgos eran idénticos pero no
su actitud que pudo advertirse diferente
desde la primera lactancia. Mientras el
nacido en primer lugar se enervaba y
enfurruñaba hasta encontrar el pecho materno,
el segundo parecía esperarlo e ingería la leche
sin pausa mientras su hermano necesitaba
continuos descansos y ayuda para expulsar el
aire que tragaba.
Con los primeros años de vida aún se advirtió
más la diferencia, uno pegado siempre a su
madre y el otro siempre intentando ampliar
sus horizontes fuera del alcance de la
protección materna. Vivían en un valle
rodeados de montañas, un pequeño río fluía
sonoro cerca de la casa, el lugar era fértil y la
comida abundante.
Pasaron los años, cumplidos los once, el más
aventurero decidió subir por una de las
escarpadas montañas e invitó a su hermano a
que le acompañara- “Quiero subir a la cima”
comentó ilusionado, “¿Para qué?” contestó
extrañado su hermano. “No lo sé, solo quiero
subir” manifestó con una expresión de
entusiasmo. “¿para qué?” insistió el otro. ¿Por
qué no? Replicó el
aventurero
mientras
emprendía los
primeros pasos de
su aventura. Llegó
la tarde y no regresó a
casa, se hizo la noche y el
padre hubo de salir a buscarle. Ya
de madrugada, cuando la familia estaba a
punto de pedir ayuda a sus vecinos, la puerta
de la casa se abrió y apareció el pequeño
explorador, lleno de barro, con el pelo
alborotado y la piel sonrojada de frío. La
madre le abrazó, el padre le miró de soslayo
para hacerle ver que sería castigado y el
hermano prudente sintió cierta satisfacción
por su regreso aderezado con un toque de
reproche por su imprudencia.
Al día siguiente, el aventurero, seguía
castigado pero una nueva sonrisa hizo sentir
inquietud a su hermano. “¿Qué has visto?”
Preguntó. “El valle” contestó mientras
continuaba rastrillando las hojas para cumplir
el castigo impuesto por su padre. “Vaya
tontería, el valle se puede ver sin subir la
montaña”. El hermano aventurero le miró y
P
de Rebotica
LIEGOS
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RELATOS
Javier Arnaiz
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