Revista Farmacéuticos - Nº 112 - Enero/Marzo 2013 - page 30

H
annah Arendt afirmaba que la política se basa
en el hecho de la pluralidad de los hombres, mientras
que la filosofía, la teología o incluso la ciencia se
ocupan siempre
del hombre; la política, en cambio,
trata del estar juntos y los unos con los otros de los
diversos
1
.
Para Arendt, el punto central de la política
es siempre la preocupación por el mundo y no por el
hombre, donde lo político únicamente vale como
medio para proteger la subsistencia de la sociedad y
la productividad del libre desarrollo social. Así pues,
el
sentido de la política es la libertad
;
congruentemente con este planteamiento, el
individuo en su aislamiento nunca podrá ser libre
sino que solo lo será cuando pise y actúe sobre el
suelo de la polis. Como recalcaba la propia Arendt,
solo puede haber hombres en el sentido auténtico del
término donde hay mundo y solo hay mundo en el
sentido auténtico del término donde la pluralidad del
género humano es algo más que la multiplicación de
los ejemplares de una especie.
Y esto le llevó a
afirmar que
cuantos más puntos de vista haya en un
pueblo, desde los que mirar un mundo que alberga y
subyace a todos por igual, más importante será la
nación.
Es todo un mensaje que se me antoja
especialmente dirigido al pensamiento –por llamarlo
de alguna manera– nacionalista, unánimemente
rígido y monocorde sobre la faz de la tierra, que es
incapaz de aceptar la diversidad o,
lo que es lo mismo,
intrínsecamente inepto para
comprender la complejidad de la
realidad
de los
hombres,
lo que le lleva a estar
perpetua y
profundamente
encolerizado con la
simple existencia de la
libertad.
Seguramente a
Sócrates le mataron por
los recelos que levantaba.
Lo que más molestaba a la
clase dirigente ateniense y a
no pocos de aquellos
ciudadanos que le
condenaron a muerte era
la única propiedad
privada del sabio: su
libertad, su ser y su comportamiento individual; en
definitiva, ser dueño de sí mismo. Un lujo caro para
la época –en realidad, un lujo caro para cualquier
época–, el lujo de ser dueño del propio destino y
encontrarle sentido a la vida, algo que Martin Buber
2
describe en los siguientes términos:
el destino
únicamente encuentra a quien realiza la libertad;
libertad y destino se abrazan entre sí hacia el
sentido.
Nada como la libertad propia para levantar
sospechas ajenas; algo que ha quedado grabado en la
genética de aquellos con tendencias a convertirse en
profesionales del poder. A lo largo de toda la historia
humana ha existido un movimiento permanente del
hombre individual para hacer su libertad en sociedad,
al que paralelamente se ha enfrentado un movimiento
especular de limitación por
los demás
. Como indica
Antonio Escohotado
3
, prácticamente todas las
lenguas antiguas, con la posible excepción del
griego, carecen de una palabra que nombre sin
desprecio la expresión desinhibida de ideas y
emociones, de la misma manera que casi todas las
grandes civilizaciones –salvo la griega, y ello con
muchos reparos– condenaron tanto la libertad formal
como la material.
El ejercicio público de la libertad implica un
grado de compromiso social al que el poder –las
personas que detentan el poder– siempre ve con
desagrado, en tanto que puede cuestionar su
autoridad. En realidad, lo que siempre hemos
cuestionado –usted y yo– ha sido realmente el
uso
desmedido
de la autoridad o, lo que es lo mismo, el
autoritarismo
. Por ello, la propia historia humana es
el relato de la lucha por la libertad, entendida tanto
en el plano individual como en el colectivo. Sin
embargo, salvando algunos protagonistas
excepcionales, como Sócrates o Jesús de Nazaret, la
libertad tuvo pocos defensores públicos en la
antigüedad. Ni siquiera los grandes pensadores
griegos que sucedieron al pobre Sócrates, como
Platón o Aristóteles, defendieron el ejercicio práctico
de la libertad del individuo frente al Estado.
Habría que esperar hasta el Renacimiento para
que la libertad adquiriese protagonismo público, al
generalizarse la opinión de que la grandeza del
hombre depende de su libertad, con la que el hombre
puede hacerse a sí mismo y a su gusto
4
. Para el
hombre renaciente, la libertad supuso una llamada
hacia la perfección, hacia la plena realización
humana, aun a riesgo de convertirse en un proceso
corruptor debido al mal uso de su libertad. En
realidad, la dificultad histórica de la libertad ha
venido determinada por la dicotomía entre su
ejercicio privado y público; es difícil deslindar el uno
del otro y, de hecho, una libertad privada que no
puede hacerse pública está, si no mutilada, sí al
P
de Rebotica
LIEGOS
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LA REALIDAD BAJO LA ALFOMBRA
Santiago Cuéllar
POLÍTICA
Y LIBERTAD
1
Hannah Arendt.
¿Qué es la política? Paidos, 2005.
2
Martin Buber.
Yo y Tú. Caparrós, 1995.
3
Antonio Escohotado.
Caos y orden. Espasa Calpe, 2000.
4
Moisés González.
Introducción al pensamiento filosófico. Filosofía y modernidad. Tecnos, 2002.
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