Revista Farmacéuticos - Nº 112 - Enero/Marzo 2013 - page 18

T
ambién llamado
El Siglo de las Revoluciones
.
En efecto: revoluciones hijas de la Revolución
francesa, Guerras de Independencia, Guerras de
expansión colonial, Guerra de Secesión
americana, revoluciones ideológicas… El pueblo
revolucionario fue una de las grandes invenciones
del siglo XIX y del XX.
Y, a pesar de ello, ¿nos atrevemos a llamar
“maravilloso” al siglo XIX?. Sí, pensamos que sí.
¿O es que, por ejemplo, la “revolución” de los
impresionistas, la de Darwin, Pasteur o Mendel, o
la Industrial, no lo fueron?
En el siglo XIX la vida privada se transformó por
completo: desde el punto de vista social,
intelectual, tecnológico, higiénico, del vestir,
sexual y en prácticamente cualquier otro sentido.
En sus principios era aún un siglo esencialmente
medieval –un lugar con velas, sanguijuelas
medicinales, viajes a pie, noticias de lugares
lejanos que llegaban con semanas o meses de
retraso–, pero después se sucedieron las
maravillas: los barcos de vapor y los trenes
veloces, la telegrafía, la telefonía, la fotografía, la
anestesia, las tuberías interiores, la luz eléctrica,
la radiactividad, los Rayos X, la música grabada,
los coches y los aviones, los rascacielos, las
películas
cinematográficas, la radio
y, literalmente, cientos de
miles de pequeñas cosas
más, desde las pastillas de
jabón fabricadas en serie
hasta los cortacéspedes;
desde la pila eléctrica de
Volta hasta las latas de
conserva y ¡el abrelatas!
Todo lo que vendría
después está allí en
germen.
Inglaterra, con sus casi 21
millones de habitantes,
producía la mitad del
carbón y el hierro del
mundo, controlaba casi
dos terceras partes del
comercio marítimo mundial y una tercera parte
del comercio en general. Prácticamente, todo el
algodón tejido en el mundo se fabricaba en
hilanderías británicas con máquinas inventadas y
construidas en Gran Bretaña. Los bancos de
Londres tenían más dinero depositado que el que
pudiera tener la suma de los demás centros
financieros mundiales. Londres era el corazón de
un imperio enorme y en crecimiento que en su
momento álgido abarcaría casi treinta millones de
kilómetros cuadrados y convertiría el <<Dios
salve a la reina>> en la proclama nacional de una
cuarta parte de la población mundial. Gran
Bretaña lideraba el mundo en prácticamente
cualquier categoría mensurable. Era el país más
rico, más innovador y más competente del
mundo, donde incluso los jardineros alcanzaban
la grandeza.
De pronto, por primera vez en la historia, en la
vida de la mayoría de la gente había mucho de
todo. Karl Marx, mientras vivía en Londres,
destacó maravillado, y también con una pizca de
impotente admiración, que en Gran Bretaña era
posible comprar quinientos tipos diferentes de
martillo, por poner un ejemplo de abundancia.
(Años después, en 1848, él y Friederich Engels
publican asimismo en Londres el
Manifiesto
Comunista
.
En el censo realizado en
1851 quedó demostrado
que en aquel momento
vivía en Gran Bretaña más
gente en las ciudades que
en el campo, la primera
vez que esto sucedía en el
mundo. La Revolución
industrial nacida en
Inglaterra transformó el
paisaje rural del siglo XIX
en los actuales
hormigueros urbanos y es
una de sus enormes
aportaciones al mundo.
En 1840, siete años antes
del nacimiento de Thomas
Alva Edison, sir William
P
de Rebotica
LIEGOS
18
Reina Victoria I
Aquel
maravilloso
Siglo XIX
(1ª parte)
Ángel del Valle
1...,8,9,10,11,12,13,14,15,16,17 19,20,21,22,23,24,25,26,27,28,...52
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