Revista Pliegos de Rebotica - Nº 139 - octubre-diciembre 2019 - page 27

sentido único siempre hacia adelante, negando
taxativamente cualquier tipo de retorno? Todo nos
orienta en un sentido único de complejidad
ascendente que crea propiedades impredecibles a
partir de sus elementos precedentes.
Marx acusaba a los filósofos de ser meros
espectadores de la realidad, sin pretender
cambiarla. Quizás tuviese razón; sin embargo,
todo conocimiento lleva implícito el cambio.
Ninguna realidad permanece igual tras ser
observada y estudiada.
La conciencia hace de cada individuo
humano un elemento único. Por ello, el
psicoanálisis ofrece una visión
inevitablemente pobre de la mente humana, al
convertirla en un simple objeto divisible, cuando su
valor fundamental reside en su totalidad trascendente.
Nos cuesta mucho desembarazarnos de esa innata
tendencia a buscar precipitadamente una explicación
de cualquier hecho, como si así le hiciésemos más real;
nuestro cerebro ha evolucionado con la curiosa
particularidad de intentar llenar a toda costa cualquier
vacío de conocimiento.
El concepto de infinito nos traslada al otro lado de
la realidad.
Grandes científicos y élites intelectuales han sido
tradicionales colaboradores de algunos de los
movimientos políticos más delirantes y atroces. Solo el
libre mestizaje ideológico garantiza la sana aplicabilidad
de la política.
La inteligencia es un proceso complejo y
multidimensional que actúa en un entorno de
incertidumbre para procesar lo singular y situarlo
adecuadamente en cada contexto.
Es lamentable la terquedad de la vieja izquierda en
negarse a revisar y criticar su propia historia, y en
falsificar todo lo que no sea una visión beatífica; la
misma insistencia con que la vieja derecha pretende
enterrar la ignominia de su cohecho en la corrupción
del Estado, porque siempre encuentra sepultureros a
sueldo que están dispuestos a tapar su vergonzoso
vertedero.
La principal diferencia entre
las sociedades no está
en sus costumbres,
ni en su idioma, ni en el
color de su piel,
sino en el grado de
tolerancia – no de
indiferencia – de la
mayoría de sus
miembros con respecto
a los demás.
Marx consideraba
que la religión es un producto
de los hombres para huir ante el
peligro y un instrumento de las clases poderosas
para dominar al resto. Mediante este simple
enfoque utilitarista del sentimiento religioso, Marx se
quitó de un plumazo el problema de tener de explicar
su origen y la universalidad de la conciencia ética. No
creo que esto le hubiese gustado a su maestro, Hegel.
Ni siquiera nos sonrojamos ante las abismales
diferencias entre lo que aportamos a los países más
pobres y los gastos superfluos en juego, ostentación,
drogas, tabaco, alcohol…
El comportamiento coherente, el difícil e incómodo
encaje entre el ser y el deber ser, representa el rostro
adusto de la conciencia ética.
El razonamiento persuasivo, esa mezcla de
argumentos discutibles, valoraciones subjetivas y
motivaciones emocionales, se ha convertido en el
principal elemento de comunicación en un mundo
plagado de ruidos.
La vida no es ideal; los ideales no son la vida.
Solo los necios confunden la flexibilidad o la
tolerancia con el relativismo moral.
La impaciencia es un atajo tosco del deseo… que
casi siempre acaba equivocando el camino.
Nada como una dictadura para expresar
políticamente el concepto de identidad étnica y
cultural.
La reflexión nos ayuda a liberar nuestro
pensamiento de la esclavitud del discurso establecido y
de la conducta pasivamente heredada.
Nuestros sueños no son la prolongación ni la
sustitución de nuestro pensamiento sentiente. Lejos de
las filigranas del psicologismo naïf, los sueños que
recordamos solo son una construcción mental que
realiza nuestro cerebro a partir de estímulos
independientes entre sí, utilizando patrones cognitivos
para aportarle sentido.
La teología pretende ser la explicación racional
de la idea de Dios; en realidad, es la especulación
ordenada sobre algo que nadie conoce en términos
concretos. Es, como decía Cioran, la versión atea
de la fe.
Lejos de ser un mecanismo alienante que aligere la
densidad intelectual y emocional de las personas, la
aspiración a lo absoluto, la fe en la existencia e
implicación de Dios en la vida personal supone una
drástica complicación.
Es llamativo que muchos de los que afirman
aborrecer el fascismo defiendan con vehemencia las
infundadas bondades de una estricta planificación
económica centralizada, compartida por el
comunismo y el fascismo.
La felicidad es un estado de desapego, dice
Anthony de Mello; más bien, pienso yo, el
desapego es una consecuencia de la
felicidad, el haber conseguido ser
dueño de ti, ser tú mismo tu
única auténtica posesión.
Porque solo el que es dueño
de sí mismo es capaz de
darse a los demás.
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