A
A
unque es popularmente sabido que la
sombra de la higuera no es nada
buena, la tentación del frescor era
mayor que el riesgo de un catarro
estival. La tarde era ardiente, el aire
circulaba, en ocasiones con extraña furia, pero aún
así el calor Venecia cualquier otra sensación. Se
acomodó, la sombra era casi penumbra, un
extraño frescor se dejaba sentir al pairo del
mismo viento que antes molestaba.
Sus pensamientos, últimamente, como los de
muchos ciudadanos, no dejaban de pivotar entre la
incomprensión y el estupor. Incomprensión por la
incapacidad de sus gobernantes y estupor por la
infinita paciencia de los gobernados.
Aquella sombra encendía un ánimo extraño, de
alguna extraña manera incitaba a la sonrisa. Sacó
del bolsillo trasero de su pantalón una libreta que
siempre le acompaña, tomó del bolsillo de la
camisa un bolígrafo, uno de esos tan baratos que
ya ni siquiera recordamos su precio.Y así sin
pensarlo dejó que la mano extendiera unas letras
por el papel. Salieron a borbotones, de modo
inesperado, sorprendente incluso para su autor.
Un
poema
satírico
escrito de
forma poco
ortodoxa
pero
suficiente
para aportar
cierta
musicalidad
al mensaje.
Lo leyó:
Sátira del clamor
Dicen que quieren servir
que no les mueve el afán
ni a caja ni a faja van.
Pero su carácter ruin
deja ver como su fin
es fajín y maletín.
Reunidos en congreso
someten a votación
los destinos del progreso
y a falta de tino y seso
se conducen como bueyes
Leyes van leyes que vienen
leyes van donde van reyes.
Ellos así se mantienen
quitando la libertad
a quien juran lealtad,
sobre la espalda los hierros
argumentos sin razón
y a la sazón: la traición.
Venden cara su virtud
como aceite de Aparicio
aunque es voz de multitud
que invierten todo en su vicio,
uno que recoge todos,
fuente de toda desgracia,
decir que se sirve al pueblo
sirviendo a la bancocracia.
Todo lo dicho no es nuevo
ni sorprendente siquiera
lo que sorprende es que luego
el pueblo no se subleva.
Acepta el orden sumiso
como si natural fuera
que le exploten que le roben
que le humillen y le mientan
que rían de sus esfuerzos
repriman sus esperanzas
y al que grita lo varean
o le condenan a holganza.
FABULA
Javier Arnaiz
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Pliegos de Rebotica
2019
Ensueños
de na tarde de verano
Pesadumbre