 
          M
        
        
          M
        
        
          arzo sorprendió a Nadia con el verde de
        
        
          la primavera pintado en el pelo.
        
        
          Mariposas de sol la reciben en cuanto
        
        
          alcanza la calle y la luz se derrama sobre
        
        
          ella con claridad de quirófano.Ahora
        
        
          toca sonreír y Nadia sonríe. Porque cuando se entra en
        
        
          el optimismo de los días largos, la falda se acorta y se
        
        
          intensifica el apetito por disfrutar la vida.
        
        
          Los músculos no duelen. La fatiga no se siente. Nadia
        
        
          ya no utiliza las escaleras mecánicas.Aunque hubo un
        
        
          tiempo en que el miedo al esfuerzo la traspasaba y le
        
        
          llenaba los ojos de angustia. Cualquier pequeño
        
        
          esfuerzo. Un tiempo que hoy la primavera oculta en su
        
        
          luz. Un tiempo nuevo en que se siente menos
        
        
          vulnerable. Que necesita subrayar en verde:
        
        
          
            Hoy me siento menos vulnerable.
          
        
        
          Nota que la fuerza ha regresado a los tobillos, a las
        
        
          rodillas, a las muñecas. Que le anuncia que uno de los
        
        
          yoes que daba por muerto ha regresado a su alma. Un yo
        
        
          llamado Jordan que le transfiere megacantidades de
        
        
          energía; directamente de la NBA. Que le proclama a voz
        
        
          en grito que comienza a ser otra. Lo escribo en
        
        
          mi diario:
        
        
          
            soy otra
          
        
        
          .
        
        
          –Si le parece bien, regreso al equipo–
        
        
          Sesión preparatoria los martes; la camiseta
        
        
          número cuatro en la línea de 6.25. Sesión
        
        
          de recuperación los jueves; la
        
        
          camiseta número cuatro en la
        
        
          botella de tiros libres. Hasta ayer.
        
        
          Hoy se encuentra superfuerte–;
        
        
          ¿me coloco la camiseta,
        
        
          entrenadora?
        
        
          Nadia ala-pívot; cabello verde
        
        
          neón.
        
        
          Cuando volvió a la calle el verano
        
        
          era una naranja grande y redonda
        
        
          sobre el cabello de Nadia; lacio y
        
        
          dorado como espigas de centeno.
        
        
          Una ráfaga de luz lo atraviesa y el
        
        
          viento remueve calores y perezas
        
        
          que durante días no fueron sino
        
        
          un silencio de siesta entre
        
        
          paredes blancas. El soplo cálido del aire hincha las velas
        
        
          del deseo.
        
        
          La quemazón ha desaparecido. Ni rastro de hormigueos
        
        
          bajo la piel. Nadia vuelve a tener manos.Vuelve a tener
        
        
          pechos.Vuelve a tener labios que subrayan tímidamente la
        
        
          evidencia.Atrás quedaron las habitaciones blancas, las
        
        
          batas blancas, las camas blancas y la gramática blanca de
        
        
          la soledad. El temblor en los dedos, en los labios, en los
        
        
          latidos como pedradas del corazón. Un corazón cuya
        
        
          puerta abrió a patadas la mañana; con el propósito de
        
        
          saquearlo. Que late acalorado contra la almohada. Que
        
        
          me urge a escribir y subrayar en rojo:
        
        
          
            Mi corazón late otra vez sobre la almohada.
          
        
        
          Nota que el deseo ha regresado a los labios, a la cima de
        
        
          los pechos, a los dedos atrapados entre las piernas. Que
        
        
          le anuncia que otro de los yoes que daba por muerto ha
        
        
          tomado por asalto su piel. Un yo llamado Anaïs que me
        
        
          peina, me maquilla, me pone intolerablemente guapa y me
        
        
          regala uno de esos lotes especiales de besos y dulzura
        
        
          con que adereza su tormentosa biografía. Para que me
        
        
          anime y comience desde cero a ser otra. Lo escribo en
        
        
          mi diario:
        
        
          
            ha regresado Anaïs: soy otra.
          
        
        
          –Quiero avisarte de que voy a acostarme
        
        
          contigo –infinitamente desnuda dentro de una ligera
        
        
          camisa–: a mí no me valen días ni horarios ni pautas
        
        
          médicas.
        
        
          Es Nadia pelo paja; adolescente de hormonas revueltas.
        
        
          Frente a la boca del metro camina ya el otoño por el
        
        
          asfalto recién hervido.  Arde el paseo y arden las
        
        
          mechas de Nadia hasta confundirse con las hojas secas
        
        
          de los plátanos de sombra. Ocres y rojos. Sobre todo
        
        
          el rojo; rojo anaranjado.Tiene el sol a su espalda y un
        
        
          septiembre sin memoria se le va enredando en el
        
        
          vuelo de la falda.
        
        
          Los vómitos y nauseas
        
        
          son un recuerdo lejano. Un
        
        
          soplo en la memoria. Nadia
        
        
          bebe agua hasta agotar la botella
        
        
          que trae siempre consigo. Ni una sola
        
        
          huella roja de sangrado en
        
        
          18
        
        
          Pliegos de Rebotica
        
        
          2019
        
        
          Andrés Morales Rotger
        
        
          Colores
        
        
          primarios
        
        
          ...y cuando abrí su diario, en la primera página sólo
        
        
          había escrita la palabra cáncer; pero subrayada
        
        
          cuatro veces, una por cada fase del tratamiento.