Revista Pliegos de Rebotica - Nº 139 - octubre-diciembre 2019 - page 22

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liegos de Rebotica
2019
minuciosidad que se merecía, dibujó dos
columnas en el cuaderno que soportaba el ratón
del ordenador. La primera la encabezó con “+/=
haber” y en la segunda escribió “–/=debe”. De
las 38 carpetas principales, ocho habían nacido
en los últimos cinco años; pertenecían por tanto
a su historia personal más reciente; eran, en
definitiva, las entradas más nítidas en su “haber”.
Al margen de las ampliaciones en las
subcarpetas, dos libros, un máster, una revista
digital y la recopilación de escritos paternos eran
las novedades más evidentemente satisfactorias
de su mundo digital. Objetivamente, una cosecha
sustancial de la que, sin embargo, no hubiera sido
consciente si la casualidad no le hubiera puesto
por delante la necesidad práctica de avanzar.
En la columna negativa, solo cuatro carpetas eran
las destinadas a perder el lugar. Casi todas las
clases universitarias formaban ya parte del
material que, con seguridad, no volvería a
utilizar. Para su sorpresa, no le pesaba alejarse
de la parte académica de esos años. Lo que venía
a su mente no eran los cientos de
power points
, ni
los casos diseñados, ni lo pesado de configurar los
exámenes tipo test, algo que por lo demás
siempre había detestado. Eran las facciones de
Víctor, de Rocío, de Carmen, de María, de Juan,
incluso de aquellos a los que ya no acertaba a
poner nombre pero cuyas ocurrencias en redes
sociales y expresiones de felicidad al recibir sus
diplomas todavía recordaba con satisfacción.
Tampoco merecía la pena conservar para el
presente una multiplicidad de carpetas con
diferentes proyectos; supervivientes o no en
mercados muy competitivos, su papel en ellos
había terminado definitivamente. Prefería
quedarse con el regusto dulce de haber visto
algunas ideas convertirse en realidad y la emoción
que eso aún le causaba. No había razón alguna
para que todos esos ficheros estuvieran ya en su
presente. Etapa profesional pasada, agua pasada.
El repaso concienzudo del contenido de su viejo
HP tenía que acabar por fuerza en la carpeta
‘Fotos amigos’. A pesar de un cierto temor
previo por el resultado, el calorcillo de la
cercanía y los afectos se abrió paso al recorrer
las subcarpetas con los diferentes nombres.
Reparó en las incorporaciones de última hora y
comprobó con satisfacción que el efecto del
paso del tiempo no había hecho mella en las
elecciones, que sus amigos de siempre estaban
ahí, con más años, claro que sí, en las fotografías
recientes, pero consistentes y fuertemente
anclados en la memoria.
Completar ese tipo de mudanzas le resultaba
siempre ingrato y desasosegante. Consideraba a
la tecnología como una herramienta cuyo
resultado, tristemente, terminaría algún día por
ser efímero, pero por nada del mundo deseaba
que un error, un despiste, supusiese la pérdida de
su propia historia antes de tiempo. Era crítico un
diseño planificado de la copia y la copia de la
copia para salvaguardarlo todo en el disco
externo. De nuevo estableció la sistemática
abriendo varias columnas: ‘Correo’,
‘Documentos’ y copia a ‘Carpetas principales’,
‘Documentos’ y copia a ‘Carpetas poco uso’,
‘Carpetas solo a HD’, ‘Fotos amigos’ y, aunque
escéptica, abrió una especial de ‘Eliminar’.
Dos días de empeño
exclusivo y la mudanza de ordenador estaba
prácticamente completada.
–¿Ya lo tienes? –quiso saber él, un tanto
sorprendido por la dedicación intensiva de ella
en los últimos días a los dos ordenadores –
¿Ves? Si tuvieras un Mac como yo no te pasarías
varios días dando vueltas para cambiar de
ordenador.
–Si tuviera un Mac me aburriría. Todo sería
presente y eso es triste y aburrido – replicó ella.
–No te entiendo…
–Mira, decía Chaplin que el tiempo es el mejor
guionista.Y es verdad. Pero ¿sabes lo que he
aprendido de esta revisión del ordenador?... Que
de vez en cuando hay que dejar que las cosas
escapen de tu lado. Es la única manera de saber
su auténtico valor y, además, dejan el espacio a
otras.
Y esbozando una sonrisa cerró con auténtica
satisfacción la tapa blanca de su nuevo portátil.
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