La realidad es como un número primo:
irreductible. Solo la unidad tiene sentido
propio.
La realidad no depende de la
observación; es la observación la que
depende de la realidad.Todo lo demás es
interferencia e incertidumbre.
Ningún viaje por la vida es completamente
privado… ni gratis.
Sócrates fue un ético y un inmoral.
Cuando la sociedad no busca su identidad en el
limpio espejo del conocimiento y de la esperanza, sino
que se esconde tras banderas, símbolos y tradiciones
momificadas, es que tiene miedo a ver su propia
imagen.
Cuando el cristianismo se aparta del conocimiento
integral de la persona surge el espectro de su peor
enemigo, el dogmatismo infantilizante.
Cuestionar lo que parece obvio es el primer paso
para empezar a entender la realidad.
El principal objetivo de nuestra inteligencia
sentiente debería ser convencernos honestamente a
nosotros mismos.
Pensar por nosotros mismos nos
evita quedar anclados en la mera imitación.
La duda es una consecuencia de la
comprensión, es decir, un juicio; la ambigüedad es
una posición de partida, es decir, un prejuicio que
condena la inteligencia.
Entre el diseño finalístico de los creyentes
fundamentalistas y dejarlo todo en manos del azar,
propio del materialismo ateo, existen múltiples
opciones que permiten encajar sin estridencias la
existencia de Dios y de la libertad.
La realidad es el fundamento de lo bello, y no al
revés.
Los prejuicios inconscientes, peligrosamente
menospreciados por la inteligencia, son el único
sustento de nuestros demonios interiores.
Bienaventurados aquellos que no caen en la trampa
del conformismo y se enfrentan pacífica pero
activamente a una sociedad que anima a la codicia,
anestesia la conciencia y exalta el ego; y por ello son
acusados y tratados como revolucionarios, marginados,
heterodoxos o blasfemos.
Nada hay más desigual que el igualitarismo a
ultranza.Tratar a todos y a todo por igual, sin
considerar la actitud personal y el contexto
social, familiar, histórico, económico… es como
beber un refresco helado en el Polo Norte o entrar
en una sauna en el desierto más tórrido del
planeta.
Decía Popper que el hombre estudia
problemas, no temas; a diferencia de
estos, los problemas atraviesan
frecuentemente las barreras
artificiales de las disciplinas de estudio.
Por eso, la ciencia solo puede
dar una respuesta incompleta al
desafío de la realidad.
Cualquier predicción
científica reiteradamente
confirmada de forma exitosa no
aporta ningún valor añadido al
conocimiento teórico, aunque sí nos aumente la
confianza en éste. Por el contrario, cuando la
predicción científica es desmentida empíricamente, sí
se produce una mejora cualitativa del conocimiento y
ello determina que el principal valor probatorio de un
experimento venga dado por el conocimiento que nos
aportaría si los resultados fueran contrarios a los
predichos por la teoría.
A muchos seres humanos no les interesa la verdad,
sino tan solo una verdad confortable; por eso, las
conciencias perezosas buscan – y siempre encuentran
– charlatanes a su medida.
La mente es un proceso dinámico y continuo
mediante el cual un individuo puede disponer de una
representación, en forma y complejidad diversa, de la
realidad y actuar de acuerdo con ella.
Nunca podremos entender la mente en términos
de simples redes de neuronas, ni a éstas
exclusivamente como la suma aritmética de sus
constituyentes celulares, o a estos últimos mediante la
separación analítica de sus moléculas ni a ellas como la
simple enumeración de sus átomos.Todo está regido
por la complejidad intrínseca de la propia realidad, que
trasciende todas las magnitudes.
El gran reto de la vida personal no consiste en
escapar de la vida cotidiana, sino en transformar ésta
en vida personal.
Hemos pasado de una sociedad de amos y esclavos
a una sociedad donde el hombre está decidiendo
libremente que no quiere ser libre, que no quiere
ejercitar su libertad individual.
Llamamos leyes tanto a las disposiciones que
gobiernan la vida social de las personas como a
aquellas que describen científicamente la naturaleza. Es
importante no confundir esos ámbitos, porque las
leyes del derecho distan mucho de ser científicas – en
su concepción y aplicación – y las leyes científicas son
incapaces de reflejar fielmente la complejidad social; ni
unas ni otras permiten abarcar la trascendencia
humana.
Quizás Heráclito tenía razón: lo único
permanente es el cambio. Lo que define la existencia
– su esencia – es evolucionar.
¡Cuántas veces calificamos como
evidencia científica lo que tan solo es una
reconstrucción estadística de la realidad,
generalmente a la medida de los intereses del
observador y deformada por sus prejuicios!
¿Es aceptable hablar de ciclos históricos
cuando la evolución implica necesariamente un
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Pliegos de Rebotica
2019
AFONDISMOS
AFONDISMOS
Santiago Cuéllar