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urante la celebración del 50
aniversario de la promoción 1969
de la facultad de Farmacia de la
Complutense, el coordinador del
acto paseaba por las mesas o hacía
corrillos comentando la buena cosecha de esa
promoción. Hombres de Ciencia de reconocido
prestigio como es el caso de César Nombela;
catedráticos de Universidad, Francisco Zaragozá,
Julio Álvarez- Builla.Y mujeres como María
Antonia García García en proceso de
beatificación. Me paré en seco, de qué están
hablando.Yo no vi nunca una monja en mi clase.
Los demás compañeros me pusieron al día. No
se trataba de ninguna religiosa, era una mujer
normal y corriente.
Mi alma de investigadora no podía quedarse
quieta y comencé a rastrear por donde me llevó
mi olfato. Localicé a su hija María Antonia y entré
de lleno en una vida diferente a las conocidas
por mí hasta ese momento.
María Antonia había nacido en la madrileña calle
Menéndez Pelayo frente al Parque del Retiro. Allí
sin asistencia de médico y sí de comadrona, nació
una niña que casi
se ahoga con el
cordón umbilical.
Estudió en el
colegio de Jesús
Maestro de donde
salía todas las
semanas con una
banda de honor
sobre su uniforme
castaño claro. Al
finalizar sus
estudios, comienza
a pensar en
ingresar en la
universidad y eligió
Medicina como
estudios
superiores, pero su
madre prefiere
Farmacia porque ya está cursándola su hermana
María José. Así habría dos farmacéuticas en la
familia. No hubo discusión. Estudiaría Farmacia.
Su vida trascurría entre el estudio y la diversión.
Excursiones con amigas que a veces terminaban
volviendo a Madrid en auto-stop. Una joven muy
moderna, que vestía chaqueta de cuero, calzaba
altos tacones y nunca salía a la calle sin maquillar.
En segundo de carrera comienza a aficionarse a
los Ejercicios Espirituales en las afueras de
Madrid, porque la vida interior también hay que
trabajarla, contagiando su entusiasmo a su
hermana María José.
El Ángelus a mediodía en la capilla de Farmacia
era costumbre entre ella y sus amigas íntimas, así
como alguna visita al Sagrario entre clase y clase.
Los sábados se despertaba cuando aun no había
amanecido y se iba a misa de 7 de la mañana.
Comienza las Convivencias en Ávila y Salamanca.
Encuentros de la Milicia de Santa María en
Canfranc. Siguió con Vigilias de la Inmaculada…
todo hacía pensar que acabaría siendo religiosa.
Pero apareció un ingeniero de ICAI y lo tuvo
muy claro. Le dijo a una amiga:”Tengo como ideal
la santidad y creo
que mi santidad
consiste en formar
una familia con
Eduardo”.Vivir en
santidad no
significaba
socorrer a los
pobres en lo
material, espiritual
o emocional. Todo
eso y visitar
hospitales, luchar
contra las
injusticias y contra
el abuso a mujeres
y niños, podría
hacerlo casada al
tiempo que
facilitaba la vida a
todos los
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Pliegos de Rebotica
2019
LOS BOTICARIOS
Vivir
en santidad
Marisol Donis
Maria Antonia. El corazón
de una familia
por José Granados