Revista Pliegos de Rebotica - Nº 139 - octubre-diciembre 2019 - page 15

Recibió a príncipes y reyes y vio nacer a Juan de
Mariana, a Francisco de Aguirre, a Juan Suárez de
Carvajal, a Fray Hernando, a Gabriel Alonso de
Herrera y a un largo y brillantísimo etcétera,
tanto de nombres propios como de familias:
Duque de Estrada, Meneses, Loaysa, de la Llave,
etc.
Se solazó con las justas y juegos de toros, (toro
encohetado, toro enmaromado) lanzas y cañas
con que disputaban los caballeros en su recinto.
Contempló procesiones y Mondas y fiestas como,
por citar alguna, la solemne procesión en honor
de san Gregorio Nacianceno por voto que se
hizo para librarse la villa del pulgón que arrasaba
los cultivos; procesión que discurría desde la
Colegial hasta el Salvador.
Pero su corazón saltaba de gozo al recibir a la
Virgen del Prado cuando se trasladaba en
rogativa por la falta de lluvias o para que cesasen
las particularmente abundantes; para que librara a
Talavera de los austriacos y sus herejías
protestantes y para solicitar amparo y remedio
ante las enfermedades; por ejemplo, el “mal
francés”.
Orgullosa se mostraba la Colegial de haber
escondido en uno de sus desvanes la imagen de
la Virgen del Prado durante el tiempo que duró la
devastadora y atroz Guerra de la Independencia
aunque, por otra parte, se doliese de no haber
podido evitar el robo de varias lámparas de plata
de la Ermita que custodiaba.
Y hasta ella llegaban los ecos de su fiesta
preferida: las ferias de ganado con las que
compartía siglo de nacimiento.
La Colegial, sí, siempre ha estado incardinada en
la vida de Talavera; así, en la capilla de San Juan
Bautista, patrón de la antigua Hermandad de los
Hortelanos que, en otros tiempos, cada
veinticuatro de junio, adornaba con guindas,
cerezas, pepinos y peritas de san Juan el relieve
de dicho santo para posterior
regalo de niños y
monaguillos del
templo.
Y si se enorgulleció con todo ello y disfrutó de
los acontecimientos felices, sencillos y cotidianos
de la vida de Talavera, también sufrió la
impotencia de ver morir a miles de paisanos por
las epidemias de cólera, de peste, de lepra y de
sífilis.
Asimismo asistió, un tanto sorprendida, a la
primera sublevación carlista acaecida en España.
Efectivamente, pocos días después de la muerte
de Fernando VII, cito a Javier Paredes Alonso en
su obra
La España liberal del s. XIX
, se escucha en
Talavera, y llega a oídos de la Colegial, el grito de
“¡Viva Carlos V!” dado por Manuel María
González, a la sazón administrador de Correos
en la villa. Grito que iba a ser secundado en otras
provincias. Fue el inicio de la Primera Guerra
Carlista.
Ahí ha estado la Colegial, sencilla y elegante,
sobre todo cuando la visten los últimos rayos de
esos bellísimos crepúsculos talaveranos, jugando a
luz y piedra en su rosetón gótico-mudéjar:
“Cuando el sol puro es miel de los rosetones,
que abren las abejas de ensueño del ocaso
su piedra maternal, en panel de colores”
describe Juan Ramón Jiménez.
A ella la llegaría su crepúsculo en 1851 con
motivo del Concordato que la hace perder su
condición de Colegial (iglesia que tiene canónigos
y no es catedral) y pasar a ser parroquia con el
nombre de Santa María la Mayor.
Y, ya a principios del siglo XX, concretamente el
ocho de septiembre de 1908 vio abrir sus
entrañas de fuego al primer horno de la empresa
“Ruiz de Luna, Guijo y compañía” en las
instalaciones de la fábrica de cerámica de la Plaza
del Pan y cuyo taller se puso bajo la advocación
de la Virgen del Prado, saliendo de él las piezas
cerámicas que asombrarían al mundo, como el
retablo-altar titulado
Cristo del mar
con
el que
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Pliegos de Rebotica
2019
Claustro de la Colegial
de Talavera de la Reina.
Elementos gótico mudéjares del ábside de la Colegial.
Arbotantes en la fachada norte
de la Colegial.
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