Revista Pliegos de Rebotica - Nº 133 - Abril/Junio 2018 - page 31

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Pliegos de Rebotica
2018
afamada curandera, para sanar una herida que
conviniese, prudentemente, silenciar?
“Adelgazava los cueros (es decir, los purificaba,
eliminaba de ellos sus impurezas. Se refiere a la
piel humana –“quedarse en cueros”- y hay que
entenderlo como que “los embellecía”; o sea, que
antes se buscaba una “confación para adelgazar
los cueros” y ahora, “un cosmético para
embellecer el rostro”) y lo hazía con “zumos de
limones, con turvino, con tuétano de corzo y
garza y otras confacciones”.
“Los dientes, blancos”, destaca Calixto en Melibea
y, Celestina, dice a Lucrecia en el Cuarto Auto, “y
aun darte he unos polvos para quitar esse olor
de la boca que te huele un poco que en el reino
no lo sabe fazer otra si no yo, y no hay cosa que
peor en la mujer parezca”.
Los dentífricos los nombra
Abulcasis en su obra “al-Tarsif”
(s.XI) y los productos
empleados para este mal
aliento eran, entre otros, el
almizcle (especialmente
indicado para ello) o masticar
salvia fresca o menta.Además,
la salvia blanqueaba los dientes.
¡Cómo se la iban a escapar
los remedios contra la “cosa
que peor en la mujer
parezca”; a ella, a Celestina!
Bien. Disponía de las
instalaciones adecuadas: una
cámara de ungüentos, un
verdadero “jardín de simples”
en el tejado de su casa y una
habitación, con carácter de
laboratorio en calificación de
Menéndez Pelayo, “una cámara
llena de alambiques, de
redomillas, de barrilejos de
barro, de vidrio, de arambre (cobre), de estaño,
hechos de mil faziones” (maneras) y con los que
realizaba destilaciones, cocimientos, filtraciones,
pulverizaciones y las operaciones imprescindibles
para confeccionar sus preparados farmacéuticos y
cosméticos y, aunque no lo señale Pármeno,
también tendría morteros sin los cuales no podría
pulverizar, por ejemplo, el alcohol para sus ojos,
“polvo finísimo de antimonio”.
¿De qué instrumental disponía en ese su verdadero
instituto de belleza? Lógicamente, del que señala
Calixto y que dicen emplear las mujeres
empeñadas en igualar la perfección de Melibea:
tenacicas, pegones y cordelejos para pelar sus
cejas”. Instrumental que se completa en el Auto
Primero: “tenía en un tabladillo agujas delgadas de
pelligeros (para pellejos) e hilos de seda
encerados” y con las “llanillas” que se mencionan
entre las cosas que hacía y que
eran espátulas para aplicárselos.
Pármeno dice que “ella tenía seys
oficios, conviene a saber: labrandera,
perfumera, maestra de fazer afeytes
y de fazer virgos, alcahueta y un
poquito hechizera”. Lucrecia, en el
Cuarto Auto, exclama que “perfuma
tocas, haze solimán, ¡y otros treynta
officios! Conoce mucho en yervas,
cura niños y aun algunos la llaman la
vieja lapidaria”.
A vuestra consideración someto
el que se pueda incluir entre los
veinticuatro que van de Pármeno
a Lucrecia, el oficio de
dermofarmacéutica y
cosmetóloga a esa pobre vieja “a
la que alguna partezica, por arte,
por experiencia o por natural
instinto, de todo ello alcanzó”.
Monumento a Fernando de Rojas
en Talavera de la Reina.
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