Revista Pliegos de Rebotica - Nº 133 - Abril/Junio 2018 - page 39

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ste año se cumple el centenario de la desaparición,
momentánea, de Juan Belmonte, uno de los más
grandes de la tauromaquia, del que su toreo, como
escribió Gerardo Diego en su Oda;
Ancho, Largo,
profundo/el héroe se acompasa/y se falsea, y en su or-
gullo preso/cruel como un dios, disuelve, borra el mundo…
A Belmonte se le atribuye la frase:
El buen toreo es el que
se hace con sentimiento y pasión de enamorado
. Y con senti-
miento y pasión hizo realidad la magia de este arte, emo-
cionando a multitud de espectadores, y sentando las bases
del Toreo.
Ortega y Gasset decía qué:
La fiesta de los toros ha sido,
durante siglos, un hontanar de felicidad para el mayor número
de españoles…
Participo del aserto precedente, como tantas otras per-
sonas que disfrutamos ese hontanar de felicidad, y tal vez
por eso, a veces, me preguntan qué ¿desde cuándo me gus-
tan los toros? Aclararé.
Lo mío es una vocación tardía. Nací en un bello pueblo
del Bierzo, Cacabelos, el más bonito de España, en ese
maravilloso Bierzo, fértil valle en los confines de León si-
tuado entre Castilla,Asturias, y Galicia, donde la naturaleza
se mostró, como dijo José Castaño, pródiga llenándolo de
contrastes, del laberíntico y grandioso de las Médulas, pa-
trimonio de la humanidad, al de los cerezos en flor, que
el aire mece suavemente, en mi Cacabelos, volviéndose el
paisaje posada.
Pues esta maravillosa tierra no es precisamente tierra
de toros. Mi madre me cuenta que en su infancia hubo co-
rridas, yo recuerdo, y vi, un cartel de la posguerra pero nada
más, pero yo no fui nunca a los toros. Con mi mayoría de
edad, y el comienzo, en Madrid, de mis estudios de Farmacia,
me inicié en el mundo de los toros, de la mano de una com-
pañera de Colegio Mayor, hija de un veterinario que nos
proporcionaba entradas de andanadas. He de decirles que
aquellos espectáculos no me disgustaron pero, tal vez por
desconocimiento,“Nadie ama lo desconocido”, tampoco me
emocionaron.
¿Cuál fue pues el móvil, o móviles, impulsores de mi afi-
ción por la Tauromaquia? Pues les cuento: el amor, el cono-
cimiento, mi profesión, y la pertenencia a peñas, jurados, o
instituciones relacionadas con este arte.
El amor fue, sin duda, el causante de mi interés por la
tauromaquia. Me enamoré de mi profesor, SantiagoAya-
la, nos hicimos novios, y en la feria de Guadalajara, a
la entrada de la Plaza, me presentó a su padre; el bo-
ticario don Adrián, bonhomía por doquier, amante de
los toros, y amigo que fue de Manolete.Aquella tarde
sus enseñanzas motivaron en mi la inquietud in-
telectual por conocer algo más de la Tauro-
maquia es decir; el conocimiento fue otro
móvil impulsor de mi gusto por la Fiesta,
porque era difícil amar lo desconocido, me
empapé leyendo obras sobre temas tau-
rinos; José Mª de Cossio, Manuel Chaves
Nogales, sobre Belmonte, fueron decisi-
vos, y comencé a asistir, con cierta asi-
duidad, a la Plaza de lasVentas, era un pri-
vilegio disfrutar en La Feria de San isidro, con las dos per-
sonas antedichas, de las que aprendí casi todo lo que de to-
ros se.
La semilla había germinado, lo que me permitía gustar y
hablar ya de la Fiesta, de su importancia, de su historia, del
valioso de este tan nuestro patrimonio, es decir sabía algo
de toros, y me emocionaba y entusiasmaba con ello, porque
entendía, como dijo Michael Foucault:
El saber es el único es-
pacio de libertad del ser humano
, ese saber me empujaba al
dialogo y la opinión, y opinaba de los valores existenciales;
valor, inteligencia, compañerismo, decisión, entrega, saber en-
frentarse a la muerte cara a cara, que representa esa mani-
festación cultural única, además de su impronta en las dife-
rentes manifestaciones artísticas; pintura, música, literatura,
poesía… disfrutaba leyendo a Gloria Fuertes, la veía escri-
biendo en su rincón de la taberna deAntonio Sánchez, como
relata Cañabate, ¡Qué mujer!, belleza, dulzura, y sensibilidad
a flor de piel proyectada en su poema “como se dibuja un
torero”:
Para dibujar un torero/hay que tener mucho salero
/se dibuja la montera/que es el sombrero/y debajo va la ca-
ra…
Sin duda yo empezaba a interesarme, y disfrutar, con los
toros. Anhelaba ir a la Plaza, me emocionaba viendo torear
con entrega, quietud, armonía, y arte, me sentía atraída por
la tauromaquia. Es decir en el pebetero de mi vida la llama
de la afición no dejaba de crepitar.
Otro de los factores influyentes ha sido mi profesión, soy
farmacéutica ¿quién no lo sabe?Y ello tiene, aunque parezca
raro, relación con la Fiesta. Incluso el gran poeta farmacéu-
tico, León Felipe, no escribió de toros pero si ayudó ¡y mu-
cho! a su sobrino Carlos Arruza, el gran rival y amigo de
Manolete.
En mis investigaciones la Fiesta me hacía hilo, el reinado
de Fernando VI, una de mis áreas, es coincidente con im-
portantes acontecimientos relevantes. Se construye, por
mandato y pago del peculio de este Monarca, la Plaza de
Toros de madera, con asientos, inmediata a la Puerta de Al-
calá, y la concede, por Real privilegio de 5 de noviembre de
1754, a los Centros madrileños de Beneficencia; Hospitales
Generales, para hombres, y de la Pasión, para mujeres, que
pasan a ser propietarios de la Plaza.
Por ello en mis investigaciones, en el Archivo madrileño
de Protocolos Notariales, me encontraba escrituras de te-
mas taurinos. Recuerdo la emoción que experimenté cuán-
do buscando la compra de las tan utilizadas sanguijuelas,
para la práctica de las sangrías en los referidos hospitales,
hallé las escrituras de contratos para torear en Madrid
de nada menos que de Francisco Arjona ¡Cuchares!, lo
cual publique inmediatamente.Y así, con igual metodolo-
gía, he seguido investigando los temas taurinos.
Y¡qué decir de las tertulias de boticas!
Es
de noche se platica al fondo de una botica…
dicen unos versos de Antonio Machado, y
vaya si se platicaba. Famosa era la tertulia,
decimonónica, a la que acudían personas
de distintas ideologías, y condición social,
algo consustancial en cualquier época en
el mundo de los toros, que se celebraba
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Rosa Basante POL
Pliegos de Rebotica
2018
DESDE EL CALLEJON
Juan Belmonte
centenario
de la desaparición momentánea
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