Revista Pliegos de Rebotica - Nº 133 - Abril/Junio 2018 - page 27

27
Pliegos de Rebotica
2018
L
L
a luz del amanecer tardará aún algunas
horas en desplegar su magnitud. Hace
mucho rato que no hay rastro de
humanos y, aun así, tampoco hay
resquicio a la quietud en los pasillos del
Museo. Reina omnipresente una oscuridad
dubitativa y un cimbreo inaprehensible sacude las
penumbras. El propio aire repica a inmensidad de
formas y colores, de susurros sedosos y apenas
audibles.
Un pensamiento errante surge y acompaña al
bosquejo fulgurante de una presencia instaurada
en el revuelo.
-¿Pero qué me ha pasado? Me he dormido otra
vez. Qué faena.Y con esta posición... Es que
parece increíble. Tendré que darme prisa.
La figura enhiesta de Oasy adquiere notoriedad; su
aureola de colores excitados precisa apenas de un
leve, súbito y simple zig-zag de quince grados y el
plumaje embelesado por la tenue oscuridad
recobra la pluralidad y enmarca su prestancia.
Pero abrirse paso, dibujar un camino diáfano en el
horizonte sombreado no es tarea fácil. La
algarabía irreverente de su color azul brillante
atrae a más de un curioso y, si quiere progresar, el
azar serpenteante se convierte en obligación.
Podría alzar el vuelo y lo sabe, pero adelantar
decenas de metros de una vez es poco
recomendable. Hay tanto que ver, que descubrir, y
el tiempo tan limitado, que de nuevo es la
intuición quien escoge el camino con más fuerza y
acierto que la sola presencia.
-¿Qué miráis? ¡Dejadme,
que tengo prisa! –
apenas logra entreabrir
un espacio alrededor, se
encarama al marco más
cercano como única
salvaguarda al asedio,
seguro de encontrar en
la altura la mejor
posibilidad de salida.
Por fin, vía libre. Ahora,
sin impedimento
posible, empieza a
recorrer en una
progresión caprichosa y asimétrica las salas
penumbrosas pero acogedoras y magnánimas del
Museo. Recobra sensaciones. Estas excursiones se
han convertido en la costumbre nocturna desde
que llegó aquí hace un par de semanas. La espera
diurna, mientras los visitantes recorren la
exposición y se detienen contemplativos y
silenciosos ante la escena onírica y multicolor de
la tarde de circo, merece la pena siempre, pero
requiere de él un control estoico del gesto y unas
cuantas toneladas de inagotable paciencia.
Pasa las primeras salas sin reparar en nada. Las ha
visitado ya y, acuciado por la limitación del
tiempo, solo necesita encontrar lo que le resulta
auténtica novedad. Sigue y sigue hasta que una
encrucijada más le conduce a la planta inferior.
Aquí hay algo diferente, le anticipa la intuición.Y
es así. Es en un giro cualquiera cuando, despejada
y magnética, una expresión humana reclama toda
su atención. La mirada profundísima de Oasy se
focaliza, asombrada, en la niña. Incapaz de atender
a ningún otro mensaje, esa figura exacta,
enigmática y silenciosa le cautiva. Sonríe y detiene
su nuevo viaje prospectivo frente a ella. El loco ir
y venir de las múltiples formas circulantes les
permite a ambos la confluencia de miradas y
esbozar un leve parpadeo de mutua aquiescencia.
-Hola –consigue arrancar Oasy a su garganta en el
límite de la tartamudez.
-Hola –responde con timidez la niña.
-¡Vaya! ¡Qué sitio tan interesante! –continua el
ave, ansioso por encontrar motivos para prolongar
en el tiempo el interés de su interlocutora.
-¿Te gusta la sala? –
inquiere la voz infantil,
en contrapunto de la
locuacidad de su nuevo
amigo.
-Bueno, he de confesar
que estaba ya un poco
cansado de libreas,
calzas y paisajes
bucólicos. Son muy
aburridos, la verdad.
La discreta broma de
Mª Ángeles Jiménez
María y Oasy
1...,17,18,19,20,21,22,23,24,25,26 28,29,30,31,32,33,34,35,36,37,...52
Powered by FlippingBook