Revista Pliegos de Rebotica - Nº 133 - Abril/Junio 2018 - page 38

especialista quien, finalmente,
recomendó un programa de
comportamiento basado en
recompensas. Sin
embargo, resultó de
muy difícil aplicación,
Luis había renunciado
por sí mismo a
cualquier recompensa,
no se interesaba por
los deportes, los juegos
ni nada que pudiera
ser comprado servía
para aumentar sus
motivos de adecuación.
Con cada medida, con cada consulta, la situación
parecía empeorar. Luis cada vez se endurecía
más, cada vez se resistía más a llevar una vida
adecuada a su ambiente. El clima en la casa
empeoraba por minutos, donde antes hubo
risas, ahora solo amargor.
Un día, recién entrada la primavera, aparcó
frente a la entrada de la casa de al lado un
camión de mudanzas. Al final de la tarde cesó la
actividad y el nuevo vecino asomó su semblante
en el jardín, Saludó a Luis que se encontraba
sentado en una silla perfectamente conjuntada
con el resto del mobiliario. Naturalmente Luis
no contestó, pero observó a su nuevo vecino. Se
traba de un hombre entrado en años, enjuto y
con el pelo cano en toda su extensión. Por su
acento comprendió que no compartía la
nacionalidad.
Por la noche durante la cena supo, por la
conversación que mantuvieron
sus padres, que se trataba
de un viejo escritor,
tenía algunos libros
publicados, pero
fundamentalmente su
actividad profesional
había sido como
corresponsal de un
periódico. Había
cubierto varios
conflictos armados y
actualmente se
asentaba como
director de noticias
para todo el
continente.
Pasaron algunos días más. Una
tarde, el nuevo vecino saludó a
Luis quien otra vez se
encontraba sentado en la silla de
moderna factura, El joven
no contestó, ni siquiera
con un gesto. Así que el
vecino insistió y volvió
a saludar como si
aquella fuera la primera
vez que lo hacía.
Tampoco en esta
ocasión hubo
respuesta y el vecino
repitió una vez más su saludo cordial y sin signo
de reproche. Entonces Luis, haciendo un gesto
de desaprobación gritó: “Déjame en paz”. El
viejo narrador miró a su joven vecino con
ternura, en silencio durante unos segundos que
a Luis le parecieron siglos.Y sin ningún
acaloramiento preguntó: “¿Por qué te sientes tan
triste?”
Luis se levantó y huyó literalmente a su
habitación, rompió a llorar de forma
desconsolada como si le fuera imposible
detener su llanto. El sollozo llegó hasta la madre
a través del hermano pequeño quien desde la
habitación de al lado pudo registrar el llanto.
Ambos entraron y encontraron a Luis deshecho
en lágrimas.
Desde ese día algo cambió, no fue fácil pero
finalmente Luis recuperó su natural alegría.
Fueron necesarios varios meses y todos
necesitaron realizar algunos cambios y el amor
que se tenían facilitó su empeño. Se convirtieron
todos en mejores personas y la
familia al completo se hizo mejor.
El vecino se marchó y nadie le
agradeció su aportación,
seguramente porque nadie supo
advertirla, quedó en el silencio de
los actos generosos.Y desde
luego en algún lugar de la
memoria de Luis quien,
desde aquella tarde, vivió en
carne propia la fortuna de
cruzarse con alguien que
sabe que lo único cierto del
color de las plantas verdes
es que no son verdes en
absoluto.
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Pliegos de Rebotica
2018
FABULA
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