Revista Pliegos de Rebotica - Nº 133 - Abril/Junio 2018 - page 29

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Pliegos de Rebotica
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igamos. Hacía “aguas de rostro”: “de
rasuras de gamones, de cortezas de
espantalobos, de taraguntia, de hieles, de
agraz, de mosto, destiladas y
azucaradas...” Evidentemente, Pármeno
no quería a Celestina, la despreciaba, pero,
evidentemente también, la admiraba en sus
habilidades y por ello era tan prolijo en sus
enumeraciones.
¿Qué sabemos de estas “aguas de rostro”? Que
eran, aguas destiladas de aplicación directa sobre
el rostro, para aprovechar sus propiedades
tónicas, limpiadoras, astringentes, lustrales, etc.
Hoy empleamos los aceites para el rostro porque
por su gran contenido en ácidos grasos
esenciales, evitan la sequedad de la piel, reducen
su enrojecimiento (cuperosis) y la dejan suave y
flexible. “Los aceytes que sacava para el rostro,
continúa exponiendo Pármeno con su
acostumbrado entusiasmo, no es cosa de creer:
de estoraque y de jazmín, de limón, de pepitas, de
violetas, de menjuy, de alfócigos, de piñones, de
granillo, de azufaifas, de neguilla, de altramuces, de
arvejas y de carillas y de yerva paxarera”. Igual
que nosotros, los usaba ella, aunque alguno, como
el de piñones,
más por sus
efectos
afrodisíacos que
por sus
aplicaciones
cosméticas.
Celestina no lo
sabía, pero con
estos aceites
extraía de las
plantas las
vitaminas
lipososubles
(Vit.A,
tocoferoles, etc.)
de tanta aplicación en la actualidad como
antioxidantes y como agentes que previenen y
retrasan el envejecimiento cutáneo.
Vendiendo solimán.
Las violetas son refrescantes y de olor
narcotizante y su aceite aparece en una receta
árabe que hace crecer el pelo, lo embellece y lo
vigoriza, mientras que las arvejas las empleaban ya
en la Roma Imperial para comunicar a la tez la
tersura de la juventud (antienvejecimiento, vaya)
aplicándola en forma de pasta puesta a desecar al
sol y dividiéndola finamente.
Reaparecen el estoraque y el benjuy, aquellos dos
perfumes que, además de otros, falsificaba. El
primero es estimulante y se usaba en afecciones
cutáneas y, según Laguna, “para facilitar el parto,
metiéndose con aceite de azucenas por las partes
secretas”. (Para esto lo debía usar Celestina).
El benjuy, puesto en perfume, disuelve la suciedad
del aire; aplicado, reduce los lobanillos. Es
astringente, dermopurificante y decolorante, dice
de él la Ciencia Cosmética actual.
De los alfócigos dice Laguna que despiertan la
virtud genital y quizá lo tuviese Celestina como
afrodisíaco (y sin quizás). De las neguillas destaca
Dioscórides que extirpan las pecas y las
asperezas, las hinchazones y las durezas del
cuero. Los altramuces son purificativos del rostro
y la yerba paxarera es astringente.
“Y los untos y mantecas que tenía, es hastío de
dezir, de vaca, de osso, de cavallos y de camellos,
de culebra y de
conejo, de vallena,
de garza y de
alcaraván y de
gamo y de gato
montés y de
texón, de harda,
de herizo, de
nutria...”
Estos untos y
mantecas serán
empleados por
Celestina como
excipientes en sus
preparaciones
cosméticas, en sus
afeites, e, incluso, como emolientes por ejemplo,
contra las durezas.
Los sebos de bóvidos y ovinos, por su bajo coste,
los emplearía bastante, sobre todo para elaborar
jabones y sustancias detergentes, mientras que el
de ballena, el clásico espermaceti, es una vieja
conocida cera animal muy utilizada para preparar
emulsiones; es decir, las unturas, cerillas, etc. de
Ángel del Valle Nieto
Una Dermofarmacéutica medieval
La Celestina (II)
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