Revista Farmacéuticos - Nº 127 - Octubre/Diciembre 2016 - page 37

S
S
e acerca el fin de año, una semana antes,
la Navidad. Para muchos es un tiempo
extraño, por una parte la llegada del
invierno invita al recogimiento, por otra,
las fiestas fuerzan a conducirse de un
modo tal que la felicidad familiar es obligatoria y
finalmente el año nuevo empuja a renovar
nuestros más íntimos pactos.Todo ello, eso sí,
adornado con regalos, abultadas comidas regadas
con fermentados o destilados, según el gusto y la
tolerancia personal.
De algún modo parece que todo invita a la
renovación, como si el calendario nos dijera las
razones últimas de la existencia y éstas tuvieran
su propia celebración. Sin embargo, la práctica
indica que algún término de esta ecuación no
termina de encajar. Es una época en la que
aumenta la frecuencia de personas con un estado
deprimido, invadidos de melancolía y falta de
impulso, un hundimiento de la vitalidad que ha
hecho pensar en cierta estacionalidad en el
estado de ánimo de algunas personas tendentes a
la ciclotimia. Es posible que así sea, de hecho, sólo
es un dato estadístico pero, además, hay otras
personas que sin llegar a expresar ese desánimo
lo viven con una baja intensidad, una incomodidad
personal sin relación con alguna circunstancia
identificable que suelen expresar con frases del
tipo: “que ganas tengo de
que se acaben las fiestas; a
mi estas fechas no me
dicen nada; no se por qué
pero me entristece la
Navidad” y otras
expresiones similares.
Son pacientes difíciles porque no
hay nada concreto que pueda ser
tratado, de hecho su respuesta
ante la cuestión general es: “nada, no
me pasa nada”; claro, parece ridículo acudir
a una consulta de salud mental sin nada
identificable que tratar.Al menos eso
parece y hace pensar su actitud. Pero
nada más lejos de la verdad. La
sensación que advierten es el
síntoma de una profunda crisis,
ciertamente la Navidad sólo la trae
a colación, el resto del año, es empujada al fondo
de la conciencia mediante la rutina y la obligación.
Es la crisis sólo accesible a la conciencia humana,
sólo una especie que ha conquistado el tiempo,
que sabe de su final, que comprende el devenir
porque puede meta representar, gracias al
lenguaje, su identidad en el futuro a partir de su
experiencias en el pasado, sólo el ser humano
puede sufrir una crisis de valores, porque sólo
nosotros tenemos la capacidad de dar sentido al
tiempo, a este breve intervalo que resulta de una
recombinación génica y que después aprende a
seguir adelante con las herramientas que
recibimos de quienes ya pasaron antes por el
mismo trance. El sentido de la existencia es el
producto de los valores que tenga la persona, ya
sea la búsqueda del bienestar o el más alto ideal,
sólo una escala de valores consistente y estable
es capaz de dar sentido a la existencia.
Todos, de un tipo o de otro, vivimos persiguiendo
algún valor. Quizá la estacionalidad tenga relación
con lo que cada época del año evoca en nuestro
organismo. El verano es dado al disfrute, la
primavera estimula el arte, el otoño se centra en
el deber y el invierno, con sus navidades, obliga a
calentar el hogar y pasar más tiempo bajo el
mismo techo que
la familia.
Posiblemente, ciertos
valores sean más
congruentes con las
distintas estaciones.
37
Javier Arnaiz
Pliegos de Rebotica
´2016
FABULA
Valor
por valores
1...,27,28,29,30,31,32,33,34,35,36 38,39,40,41,42,43,44,45,46,47,...52
Powered by FlippingBook